jueves, 6 de noviembre de 2025

Hacia donde apunta el futuro del sistema económico y la sociedad: una mirada crítica a su devenir

 María José Villa López

Este ensayo realiza una reflexión crítica sobre la trayectoria histórica del sistema

económico y las implicaciones sociales de ese devenir, para luego aventurar posibles líneas de

futuro que podrían afrontar los desafíos emergentes. Se argumenta que el modelo económico

predominante ha generado ventajas y al mismo tiempo tensiones estructurales –entre

crecimiento, desigualdad, medioambiente y tecnología–, y que el futuro exige una

transformación sustancial del sistema económico y de la configuración social para evitar crisis

profundas y promover un desarrollo más equitativo y sostenible.


La historia del sistema económico de la humanidad se ha caracterizado por diferentes

modos de producción, intercambio y organización social. Desde las economías de subsistencia

hasta el capitalismo industrial y financiero globalizado, el sistema económico ha estado

entrelazado con la estructura social, política y cultural (Polanyi, 1944/2001). A medida que la

economía de mercado y la necesidad de crecimiento acumulativo han predominado, también han

emergido tensiones crecientes: desigualdad, degradación ambiental, precariedad laboral y crisis

de legitimidad. Ante este panorama, cabe preguntarse: ¿hacia dónde apunta el futuro del sistema

económico y de la sociedad que habita en él? Este ensayo pretende, en primer lugar, analizar

críticamente los rasgos centrales del sistema económico contemporáneo y su relación con la

sociedad; y en segundo lugar, ofrecer una reflexión prospectiva sobre los cambios

imprescindibles para que el sistema económico pueda orientarse hacia un futuro viable, justo y

sostenible.


El surgimiento del capitalismo de libre mercado y su expansión global implicó una

transformación de la naturaleza económica de la sociedad: la producción, el dinero, el

intercambio y la propiedad se integraron en un sistema impulsado por el crecimiento y la

acumulación de capital (Polanyi, 1944/2001). Sin embargo, este modelo ha sido objeto de crítica:

por una parte, por su pretensión de que el mercado lo regula todo y por otra, por la evidencia de

que está inmerso en relaciones sociales, culturales y políticas que no pueden reducirse a cálculos

económicos puros (Ekstedt & Fusari, 2010). A pesar de los logros del crecimiento económico,

los costos sociales y ambientales son evidentes: la desigualdad de ingresos, la precariedad

laboral, la externalización de costes ecológicos e incluso la fragilidad del sistema ante choques

financieros o tecnológicos.


Mirando hacia el futuro, algunos autores como Popkova, Ostrovskaya y Bogoviz (2021)

proponen que los sistemas socioeconómicos tenderán hacia una economía digital, sostenible y

orientada al ser humano. Esto implica pasar del crecimiento ilimitado a la prosperidad sostenible,

redistribuir la riqueza y repensar el trabajo ante la automatización y la inteligencia artificial (van

der Veen & Groot, 2024).


La historia del sistema económico muestra tanto la capacidad humana para generar

riqueza, innovación y progreso, como las tensiones estructurales derivadas de la desigualdad, la

explotación de recursos y la fragilidad de las instituciones sociales. Mirar hacia el futuro implica

reconocer que no basta con reproducir el modelo actual: es necesario reinventarlo. El sistema

económico del mañana debe orientarse hacia la sostenibilidad, la inclusión, la participación y la

transformación cultural. No se trata simplemente de ajustar el sistema existente, sino de repensar

sus fundamentos: ¿qué significa prosperidad?, ¿cómo distribuimos el valor generado?, ¿qué

papel juega la tecnología y quién la controla?, ¿cómo vivimos en un planeta con límites?

Responder estas preguntas es esencial para que la sociedad futura no sólo sobreviva, sino que

prospere de manera equitativa.


Referencias

Ekstedt, H., & Fusari, A. (2010). Economic theory and social change: Problems and

revisions. Routledge.

Hodgson, G. M. (2019). Evolutionary economic theory. In TheoryHub.

https://open.ncl.ac.uk/theories/12/evolutionary-economic-theory/

Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE). (2024). [Documento interno sobre

antropología, valores y teoría económica]. IESE Business School.

Popkova, E. G., Ostrovskaya, V. N., & Bogoviz, A. V. (Eds.). (2021). Socio‑economic

systems: Paradigms for the future (1ª ed.). Springer Cham. https://doi.org/10.1007/978-3-030-

56433-9

Polanyi, K. (2001). The great transformation: The political and economic origins of our

time (2ª ed.). Beacon Press. (Trabajo original publicado en 1944)

Sharov, A. (2018). Economy of social system, or general economic theory. Journal of

Economics and Development Studies, 6(3), 107‑115. https://doi.org/10.15640/jeds.v6n3a11

van der Veen, R., & Groot, L. (2024). Revisiting the capitalist road to communism:

Unconditional basic income and the post‑labor world. arXiv. https://arxiv.org/abs/2406.18194

Stiefenhofer, P. (2025). Techno‑feudalism and the rise of AGI: A future without

economic rights? arXiv. https://arxiv.org/abs/2503.14283

EL FUTURO DEL SISTEMA ECONOMICO

 EMMANUEL TOVAR

A través de la historia, la humanidad ha creado diferentes sistemas económicos que han

definido sus maneras de organización social, sus principios y su conexión con el entorno

natural. Desde el trueque comunitario hasta el capitalismo globalizado, cada sistema ha

mostrado tanto los triunfos como las contradicciones de su época. Hoy, frente a la crisis

ambiental, tecnológica y social que padece el mundo, es imperativo hacer una reflexión

crítica sobre el pasado para cuestionarnos hacia dónde avanza el futuro del sistema

económico y de la sociedad.

El capitalismo, establecido desde la Revolución Industrial, ha sido el impulsor del

progreso contemporáneo. Su habilidad para innovar, acumular y expandirse posibilitó un

crecimiento sin igual. No obstante, como señala Karl Marx (1867), este sistema también

se fundamenta en la explotación del trabajo y la apropiación desigual del valor generado.

Durante el siglo XX, el capitalismo demostró su adaptabilidad al integrar las políticas del

Estado de bienestar y, posteriormente, el modelo neoliberal que como indica David

Harvey (2007) estableció la lógica del mercado como un principio global, reduciendo la

intervención estatal y priorizando la ganancia frente al bienestar social.

En la actualidad, las restricciones del sistema son claras. El cambio climático, la

acumulación de la riqueza y la automatización laboral evidencian un modelo económico

que ha llegado a su límite. Naomi Klein (2014) argumenta que la crisis ambiental no

puede solucionarse con “capitalismo verde”, ya que el problema está en la lógica de

acumulación sin límites en un planeta limitado. Autores como Yuval Noah Harari (2018)

señalan que la revolución tecnológica y la inteligencia artificial pueden dar lugar a una

nueva forma de desigualdad: una división entre aquellos que gestionan los datos y

aquellos que son gestionados por estos.

Ante esta situación, el porvenir de la economía y la sociedad parece dividirse en dos

direcciones: una que intensifica la lógica vigente con nuevas envolturas tecnológicas, y

otra que se enfoca en una transformación estructural. Karl Polanyi (1944) había señalado

que las sociedades, al estar totalmente sometidas al mercado, responden tratando de

salvaguardar la vida y las relaciones humanas. En ese aspecto, la crisis presente podría

ser una oportunidad para crear modelos poscapitalistas fundamentados en la cooperación,

la economía circular, la redistribución del saber y la sostenibilidad ambiental.

No obstante, esta transformación no se basará únicamente en innovaciones técnicas o

reformas políticas, sino en un cambio cultural significativo. Edgar Morin (2011) sugiere

una “reforma del pensamiento” que incorpore la complejidad y la interrelación entre los

seres humanos y el entorno natural. En esta dirección, el avance del futuro no debe

evaluarse por el aumento económico, sino por la habilidad de asegurar vidas dignas,

justicia social y equilibrio ambiental.

En conclusión, una mirada crítica a la historia demuestra que ningún sistema económico

es eterno. El capitalismo, que alguna vez representó la promesa de libertad y progreso, se


encuentra hoy en una encrucijada histórica. El desafío del siglo XXI consiste en

reorientar la economía hacia el cuidado de la vida, la cooperación y la sostenibilidad.

Solo así será posible construir una sociedad que no solo produzca más, sino que viva

mejor.

En resumen, una revisión crítica de la historia revela que ningún sistema económico es

perpetuo. El capitalismo, que en algún momento simbolizó la esperanza de libertad y

avance, está actualmente en una encrucijada histórica. El reto del siglo XXI implica

redirigir la economía hacia la preservación de la vida, la colaboración y la sostenibilidad.

De esta manera se podrá crear una comunidad que no solo genere más, sino que también

disfrute de una mejor calidad de vida.

BIBLIOGRAFIA.

• Harvey, D. (2007). Breve historia del neoliberalismo. Akal.

• Harari, Y. N. (2018). 21 lecciones para el siglo XXI. Debate.

• Klein, N. (2014). Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima.

Paidós.

 Marx, K. (1867). El capital. Crítica de la economía política. Fondo de Cultura

Económica.

 • Morin, E. (2011). La vía: Para el futuro de la humanidad. Paidós.

 • Polanyi, K. (1944). La gran transformación: Los orígenes políticos

y económicos de nuestro tiempo. Fondo de Cultura Económica.

El futuro del sistema económico y la sociedad

 Jennifer Alejandra Torres Perlaza


El sistema económico global, basado en el capitalismo, se encuentra hoy en un momento

crítico. Durante siglos, este modelo ha prometido un progreso constante, pero su principal

motor la idea de un crecimiento sin fin choca ahora con la realidad de los límites del planeta y

la creciente desigualdad. El problema central que motiva esta reflexión es simple: si nuestro

modelo económico actual es insostenible social y ambientalmente, ¿cuál es su destino? Este

análisis busca revisar críticamente la historia reciente del sistema, incluyendo el rol de la

tecnología, para luego explorar las dos posibles direcciones que tomará el futuro de nuestra

sociedad.


El sistema económico moderno nació de la mano de la Revolución Industrial, cuyo

combustible no fue solo el carbón, sino la promesa de productividad ilimitada. El capitalismo,

en sus sucesivas etapas, supo movilizar recursos, conocimiento y mano de obra a una escala

sin precedentes, erradicando ciertas formas de pobreza al costo de institucionalizar otras

nuevas y más complejas. La narrativa del progreso se codificó en el Producto Interno Bruto

(PIB), una medida que enaltece la velocidad de la transacción sin medir la calidad de vida, la

salud ecosistémica o la distribución de la riqueza (El Blog Salmón, 2017). El gran fracaso

histórico de este modelo no es su ineficiencia productiva, sino su discapacidad filosófica para

internalizar los costos ambientales y sociales que genera.


La crítica se intensifica en el actual siglo, donde el capital ha trascendido su anclaje en la

producción material para convertirse en un ente principalmente financiero y especulativo. La

desregulación, la ingeniería financiera y el dominio de la maximización del valor para el

accionista han creado una economía de casino donde la riqueza se genera a través de la deuda


y la extracción de valor, divorciada del bienestar de la mayoría de la población (Panorama

Económico, 2021). Esta fase, marcada por la "gig economy" y la precarización laboral,

evidencia la contradicción terminal del sistema: una concentración de capital tan extrema que

amenaza la propia base de consumo que necesita para perpetuarse. Hemos llegado a un punto

de inflexión donde la historia nos confronta con la realidad de que la Tierra no es una variable

económica más, sino el soporte vital.


En este contexto de hiper-financiarización, el rol de la tecnología es profundamente ambiguo.

Por un lado, herramientas como la Inteligencia Artificial y las grandes plataformas digitales

han sido el acelerador de la concentración de capital, optimizando la vigilancia laboral,

limitando el trabajo a través de la 'gig economy' y fomentando el capitalismo de la vigilancia

donde la información personal se convierte en la materia prima más valiosa (Zuboff, 2020).

Por otro lado, la misma tecnología porta el germen de la liberación y la descentralización.

Tecnologías como blockchain ofrecen modelos para la gobernanza distribuida de recursos y

la creación de economías cooperativas (DAO) (Iberdrola, 2023), mientras que la IA, si se

desvincula de la búsqueda de ganancias privadas, tiene el potencial de gestionar la

complejidad de la transición energética y los sistemas de salud a escala planetaria, actuando

como un verdadero bien común.


El futuro, no es una mera continuación lineal del presente, sino una bifurcación crítica. Un

camino nos lleva al estancamiento y la distopía climática, la continuación inercial de la

economía fósil, las guerras por los recursos escasos, el aumento de la desigualdad hasta

niveles insostenibles y, como respuesta política, el auge de regímenes autoritarios que

prometen seguridad a cambio de libertad. Este es el futuro por defecto, impulsado por la

inercia institucional.


El segundo camino, el futuro de la regeneración y la suficiencia, exige una ruptura

epistemológica con el dogma del crecimiento. Este modelo post-crecimiento, o economía

circular, no aboga por el decrecimiento forzoso, sino por un cambio de enfoque, pasar de la

maximización de la cantidad (PIB) a la optimización de la calidad de bienestar, resiliencia,

ecológica. Implica una descentralización radical del poder económico a través de tecnologías

como blockchain aplicadas a la gobernanza local y la gestión de recursos. Significa redefinir

el éxito social, priorizando el cuidado de las personas y el planeta sobre el capital (Paech,

2019).


Una revisión crítica de la historia económica nos revela que cada sistema, sin importar su

robustez inicial, ha colapsado o se ha transformado al agotar sus ideas fundamentales. El

sistema actual, basado en el mito de la abundancia infinita y la extracción perpetua, ha

agotado no solo sus recursos naturales, sino también su legitimidad moral al generar una

crisis social e ambiental inevitable. El futuro no está predeterminado, sino que se define en

esta encrucijada o abrazamos la inercia del colapso progresivo hacia una sociedad más

desigual y distópica, o elegimos conscientemente el camino de la transformación radical

hacia un modelo de suficiencia. La esperanza reside en la capacidad de la sociedad para

reemplazar la ética de la acumulación por la ética del cuidado mutuo y del planeta, antes de

que el peso de nuestra propia historia nos fuerce a hacerlo.


Referencias


Club de Roma (1972). Los límites del crecimiento.


El Blog Salmón (2017). Siete razones por las que el PIB no es útil para medir el bienestar.


Iberdrola (2023). Blockchain 4 Cities: la Gestión Urbana del futuro.


Paech, N. (2019). Economía del post-crecimiento. ROSA una revista de izquierda.


Panorama Económico (2021). Finanzas y desigualdad, una mirada exploratoria desde la

perspectiva de la financiarización.


Zuboff, S. (2020). La era del capitalismo de vigilancia.

Del capitalismo industrial al capitalismo digital

Yoiner santacruz

Siempre me he sorprendido cómo la historia económica mundial parece seguir patrones

cíclicos. Al analizar el cambio del capitalismo industrial del siglo XIX al actual capitalismo

digital, observo que, aunque las herramientas y los contextos cambian, las dinámicas de poder, la

desigualdad y el control social parecen persistir. En este ensayo, deseo reflexionar sobre nuestra

evolución desde los “Gigantes de la industria”, como Rockefeller, Carnegie o Ford, hasta los

grandes actores tecnológicos, como Amazon, Google o Meta, y cómo el documental The Social

Dilemma (Orlowski, 2020) muestra que las nuevas estrategias de acumulación de capital digital

están reproduciendo antiguas desigualdades bajo nuevas apariencias. Mi intención es evidenciar

que, a pesar de que el capitalismo digital promete libertad y conexión, en su esencia continúa

creando un sistema de dependencia, vigilancia y poder concentrado.

Durante la Segunda Revolución Industrial, EEUU emergió como una potencia económica

debido a industrias como la del acero, el petróleo y el ferrocarril. Figuras emprendedoras como

Andrew Carnegie y John D. Rockefeller se convirtieron en sinónimos del ilimitado poder del

capital privado. El documental “Gigantes de la Industria” (History Channel, 2012) ilustra cómo

estos individuos construyeron vastos imperios aprovechando la falta de regulaciones

gubernamentales y la implementación agresiva de innovaciones tecnológicas. Si bien su talento

empresarial fue impresionante, también dieron lugar a marcadas desigualdades sociales: mientras

un pequeño grupo acumulaba riquezas extraordinarias, millones de trabajadores enfrentaban

condiciones de vida adversas. Esta paradoja entre el avance y la inequidad caracterizó la esencia

del capitalismo industrial.


Al observar el presente, noto un panorama similar, aunque con herramientas renovadas.

En lugar de fábricas y trenes, las fuerzas motrices del siglo XXI son los algoritmos, los datos y la

inteligencia artificial. Corporaciones como Amazon, Google y Meta no controlan materiales

como el acero o el petróleo, sino algo aún más valioso: la información. En “The Social

Dilemma” (2020) se evidencia cómo estas empresas explotan nuestras emociones,

comportamientos y necesidades para transformar la atención humana en un bien comercial. En

este esquema económico actual, el verdadero producto no es un bien físico, sino nosotros

mismos.

A pesar de que la tecnología ha permitido un acceso más democrático a la información, el

capitalismo digital ha introducido nuevas formas de desigualdad. Harari, en su libro “De

animales a dioses” (2014), señala que la humanidad ha transitado de ser dueña del mundo a

convertirse en una especie dominada por sus propias creaciones tecnológicas. En este sentido, los

algoritmos han tomado el rol de las máquinas de vapor de la época actual: fuerzas invisibles que

concentran el poder económico en un reducido grupo. Las grandes empresas tecnológicas

acumulan datos de miles de millones de personas, influyendo en nuestras decisiones de consumo

e incluso en nuestra ideología política. Esto me lleva a cuestionar si la autonomía digital

prometida es realmente una libertad auténtica o más bien una libertad bajo vigilancia.

Asimismo, las condiciones laborales reflejan ecos del pasado. Al igual que los

trabajadores del siglo XIX que enfrentaban largas jornadas en fábricas, en la actualidad, millones

de profesionales digitales —como repartidores, programadores o moderadores de contenido—

operan en situaciones precarias y invisibles. Todo esto me lleva a sostener que, en lugar de

experimentar un cambio de era, estamos presenciando la continuidad de un sistema con una

fachada renovada: el capitalismo 4. 0.


Sin embargo, no todo es desalentador. En este contexto también surgen voces críticas y

movimientos sociales que exigen regulaciones, ética en la tecnología y justicia digital. Los

mismos debates que en el pasado abordaban el sindicalismo y los derechos laborales hoy se han

transformado en diálogos sobre privacidad, protección de datos y soberanía tecnológica. Creo

firmemente que esta conciencia social podría ser clave para evitar repetir las fallas del pasado y

forjar un futuro más justo.

Al examinar esta transformación, he llegado a la disposición de que el capitalismo digital

representa una continuación más refinada de lo que hemos tenido anteriormente, en lugar de una

separación total de lo antiguo. Los actuales gigantes tecnológicos son, indudablemente,

sucesores directos de los industriales del pasado: ambos poseen y controlan los recursos

esenciales de su época, impactando nuestras vidas y acumulando un poder significativo en manos

de unos pocos. No obstante, también tengo la convicción de que esta nueva fase nos brinda una

valiosa oportunidad: si somos capaces de extraer las enseñanzas de la historia, podemos emplear

la tecnología como una herramienta para la colaboración, en vez de para la opresión.


Harari (2014) señala que el auténtico reto de este siglo no radica en crear nuevas

tecnologías, sino en cultivar una nueva forma de humanidad que sepa coexistir con ellas. Tal vez

el porvenir no dependa únicamente del progreso digital, sino de nuestra habilidad para recordar

lo aprendido en el pasado y optar por un camino más equitativo.


REFERENCIAS

 Harari, Y. N. (2014). De animales a dioses: una breve historia de la humanidad. Debate.


 History Channel. (2012). Gigantes de la Industria [Serie documental]. History Channel.

 Orlowski, J. (Director). (2020). The Social Dilemma [Documental]. Exposure Labs / Netflix.

 https://www.flacso.ac.cr/es/publicaciones/libros/231-miradas-sobre-la-desigualdad-el-riesgo-

y-la-resiliencia-en-tres-ciudades-de-america-latina

 https://www.bbc.com/mundo/noticias-54385775

NUESTRO PRESENTE CON UNA MIRADA HACIA EL FUTURO

 Marly Estefani Rivera Vallejo


Hoy en día, estamos viviendo un cambio muy grande en la forma en que funciona

la economía. Cada vez más cosas se hacen por internet, desde comprar hasta

trabajar, y eso está transformando cómo vivimos y cómo pensamos sobre el

dinero y el trabajo. Este cambio no solo afecta a las empresas, sino también a las

personas, especialmente a los jóvenes, que tienen el reto de aprender nuevas

formas de manejar la economía y enseñar a otros a adaptarse. En este ensayo

quiero hablar sobre cómo la economía está cambiando hacia lo digital, qué

desafíos tenemos como nueva generación, y cómo está cambiando la manera en

la que miramos el futuro.


La economía digital es aquella que se mueve principalmente por internet y con

ayuda de la tecnología. Hoy en día, muchas empresas venden sus productos en

línea, usan redes sociales para promocionar, y trabajan con datos para tomar

decisiones. Plataformas como Amazon, Uber o Mercado Libre son ejemplos de

cómo la tecnología ha cambiado la forma de comprar, vender y trabajar. Según el

Banco Mundial (Estudyando, s.f.) esta nueva economía representa entre el 15 % y

el 30 % del dinero que se mueve en el mundo. Aunque esto trae muchas ventajas,

como más rapidez y nuevas oportunidades de empleo, también tiene sus

problemas: hay personas que no tienen acceso a internet, trabajos que

desaparecen por culpa de las máquinas, y empresas muy grandes que controlan

gran parte del mercado.


Para nosotros como jóvenes, este cambio representa un reto importante. Ya no

basta con saber usar una calculadora o hacer cuentas básicas. Ahora es

necesario entender cómo funcionan las aplicaciones, cómo se usan los datos, y

cómo crear ideas nuevas que se adapten a este mundo digital. Además, es

importante que los jóvenes no solo aprendan, sino que también enseñen a otros,

como sus padres o abuelos, que quizás no crecieron con esta tecnología. La

educación económica debe incluir temas como el uso responsable de la

tecnología, el cuidado del medio ambiente, y la importancia de compartir el

conocimiento. Como señala Ener2Crowd (2022), la transformación digital no solo

es tecnológica, sino también cultural, y requiere que las personas cambien su

forma de pensar y actuar. Los jóvenes tenemos la oportunidad de liderar este

cambio, de proponer nuevas formas de trabajar y de pensar en una economía más

justa y solidaria.


Este cambio también está afectando la forma en que pensamos sobre el dinero y

el éxito. Antes, se creía que tener muchas cosas o ganar mucho dinero era lo más

importante. Pero ahora, con la economía digital, están surgiendo nuevas ideas.

Por ejemplo, hay personas que prefieren compartir en vez de comprar, como

ocurre con los carros compartidos o las casas en alquiler por plataformas.

También se valora más el conocimiento, la creatividad y el trabajo en equipo.

Modelos como la economía circular, que busca reutilizar y reciclar, o el ingreso

básico universal, que propone dar un apoyo económico a todos, muestran que

estamos empezando a pensar diferente. Según El Economista (2023), el

crecimiento económico en la era digital debe ir acompañado de una visión más

humana y sostenible. La economía del futuro puede ser más consciente, si

logramos combinar la tecnología con valores como la solidaridad, el respeto y el

cuidado del planeta.


La economía está cambiando rápidamente, y cada vez se vuelve más digital. Este

cambio trae muchas oportunidades, pero también exige que estemos preparados

para aprender cosas nuevas y enseñar a otros. Las nuevas generaciones tienen

un papel muy importante: no solo deben adaptarse, sino también ayudar a

construir una economía más justa, más consciente y más conectada con las

necesidades de las personas. Si logramos cambiar nuestra forma de pensar y

actuar, podemos crear un futuro donde la tecnología no solo sirva para ganar

dinero, sino también para mejorar la vida de todos. No olvidemos que el cambio

depende de nosotros las nuevas generaciones que somos el futuro.


Referencias:

El Economista. (2023). El crecimiento económico en la era digital.

https://eleconomista.com.ar/tech/el-crecimiento-economico-era-digital-n77605


Ener2Crowd. (2022). Transformación digital y su impacto en la economía.

https://blog.ener2crowd.com/es/transformacion-digital-y-su-impacto-la-economia/


Estudyando. (s.f.). Economía digital: transformación tecnológica y sus impactos

económicos. https://estudyando.com/economia-digital-transformacion-tecnologica-

y-sus-impactos-economicos/

Homo economicus: la razón que mueve la historia y la economía

 AMY NATHALY REYES TRIANA


A lo largo de la historia, el ser humano se ha definido por múltiples características

que lo distinguen del resto de los seres vivos: su capacidad racional, su sentido

ético, su lenguaje, su cultura y su naturaleza social. Sin embargo, detrás de todas

estas cualidades hay un rasgo que ha guiado la evolución de la humanidad y ha

determinado la manera en que organiza su existencia: su condición de ser

económico. Desde los primeros intercambios de bienes en comunidades primitivas

hasta los mercados globales del siglo XXI, el hombre ha buscado satisfacer sus

necesidades y alcanzar el bienestar mediante el cálculo racional de sus acciones y

la administración de los recursos disponibles.

El presente ensayo propone una reflexión crítica sobre esta condición económica

del ser humano y su papel como fuerza impulsora de la historia. A partir de una

revisión de los principales modelos económicos, se busca comprender cómo el

homo economicus ha orientado el rumbo de las sociedades y cómo este concepto

se resignifica hoy ante la irrupción de la inteligencia artificial, que redefine el trabajo,

la producción y el papel del ser humano en la economía global.

Según Gómez (2025) el ser humano es un ser racional, ético, lingüístico, cultural,

social, todas estas características y muchas más lo logran diferenciar de otros

animales, que pueden mostrar trazos de cada característica, pero no de la manera

combinada, evolutiva e integral que un ser humano, diremos entonces por objeto de

este ensayo que aquella característica que le da propósito a todos las demás

características, la más importante de todas, es su característica como ser

económico, pensado desde la antigüedad por figuras como Aristóteles, referido por

primera vez por el padre de la economía Adam Smith, pero plasmado por primera

vez en el siglo XIX por John Stuart Mill, este término nos dirá que el hombre busca

su satisfacción de manera natural tras evaluar los posibles costes y beneficios de

una actuación, para esto el ser humano utiliza su capacidad de ser racional

(Martínez-Casasola, 2020). Esa necesidad natural de maximizar los beneficios es el

impulso de la historia, lo que ha llevado al ser humano desde la comunidad

primitiva, caracterizada según Gayubas, por basarse en la subsistencia, ejerciendo

diversas formas de cooperación entre individuos, producir para vivir y no para

acumular, hasta el actual capitalismo, el modelo imperante en Occidente, vemos la

característica del homo economicus de maximizar los beneficios en todo su

esplendor en esta descripción del capitalismo “La sociedad entera funciona,

entonces, buscando obtener un beneficio, esto es, un ingreso económico mayor a

los egresos, que permita un excedente de capital (con el cual consumir, invertir o

ahorrar.” (Etecé, 2025.) vemos que, en ambos modelos, a pesar de tener una

diferencia temporal de más de 10.000 años, podemos notar que en ambos el ser

humano, acorde a su entorno y sus herramientas, utiliza su razón para maximizar

los beneficios, aunque lo hagan por motivos distintos, lo que prueba nuestro primer

punto.

Esta característica inherente nos ha impulsado a modelos económicos diseñados

para privilegiar y mantener en el poder a las clases que lograron situarse arriba,

como el feudalismo de la edad oscura, con la opresión económica justificada con la

religión, o la mayor prueba, el previo esclavismo, un sistema cuya mayor

característica es la coerción, la explotación y la privación de los derechos y

libertades de los esclavos, estos dos ejemplos vistos desde el término del hombre

económico pueden terminar siendo justificados como medios para “evitar los costes

y maximizar los beneficios” la duda es, ¿para quién se lleva a cabo esta labor? En

modelos como la comunidad primitiva puede que no se le diera más valor a un ser

humano respecto a otro según su acumulación, porque la acumulación nunca fue el

propósito en la época, pero de ahí en adelante, no podemos decir que el homo

economicus se utilice para el beneficio social, sino meramente para el privado, aquí

entra el punto clave, teniendo en cuenta esta condición que venimos llamando

natural, al punto de convertirse en una tendencia que se repite a lo largo de la

historia una y otra vez pero en diferentes formas, ¿cómo reflexionamos sobre hacia

dónde apunta el futuro del sistema económico y la sociedad? Para responder esta

pregunta quiero abarcar dos puntos, el homo economicus y la inminente intromisión

de la inteligencia artificial en todos los aspectos de la vida del ser humano, llegando

a la economía mundial, a través de aspectos como una reconfiguración del trabajo,

con el reemplazo de las personas por las máquinas, “casi un 40% del empleo

mundial está expuesto a la IA. Históricamente, la automatización y la tecnología de

la información han tendido a afectar las tareas rutinarias, pero una de las

características que diferencia a la IA es su incidencia en trabajos de alta

cualificación.” (Furman & Georgieva, 2024). Esta es solo una de las afectaciones

que estamos viviendo actualmente, lo que nos lleva a cuestionar si el modelo actual,

basado en la búsqueda constante de rentabilidad y eficiencia, podrá sostener la

centralidad del ser humano dentro de la economía. Si la historia ha demostrado que

el homo economicus utiliza su razón y creatividad para maximizar los beneficios,

hoy nos enfrentamos al riesgo de que esa capacidad sea transferida e incluso

superada por sistemas artificiales que aprenden y deciden con mayor velocidad. Sin

embargo, la verdadera diferencia radica en que, a pesar de todos los avances

tecnológicos, el ser humano sigue siendo un ser ético y social, capaz de dotar de

sentido moral a sus acciones económicas, algo que las máquinas aún no pueden

hacer.

En este punto, la característica de ser económico debería evolucionar hacia una

forma más consciente y sostenible. Si en el pasado la economía fue motor de

dominación o desigualdad, en el presente debe orientarse hacia el bien común,

integrando valores éticos, culturales y ambientales. El reto no está en detener el

progreso, sino en redefinir el propósito del progreso: que la búsqueda de beneficios

no signifique excluir, sino incluir; no destruir, sino regenerar.

Así, el hombre económico del siglo XXI debe transformarse en un hombre que

coopera, un hombre ético, un ser que reconozca que su bienestar depende del de

los otros y del equilibrio del planeta. La inteligencia artificial y las nuevas tecnologías

pueden ser aliadas en este proceso si se ponen al servicio del desarrollo humano

integral, no de la mera acumulación de capital.

En conclusión, la historia económica demuestra que nuestra naturaleza de seres

racionales y económicos ha impulsado el avance de la civilización, pero también sus

desigualdades. Hoy, ante la revolución tecnológica, tenemos la oportunidad de

redefinir lo económico desde lo humano: usar nuestra racionalidad, ética, lenguaje y

cultura para construir un sistema donde el progreso no se mida solo en términos de

productividad, sino también en dignidad, justicia y sostenibilidad. Esa será, quizá, la

mayor evolución del ser económico: pasar de la maximización del beneficio

individual a la optimización del bienestar colectivo.


REFERENCIAS:

Gómez, María Inés (19 de julio de 2025). Ser humano. Enciclopedia Concepto. Recuperado

el 5 de noviembre de 2025 de https://concepto.de/ser-humano/.


Luis Martínez-Casasola Hernández. (2020, diciembre 2). Homo economicus: qué es y cómo

explica el comportamiento humano. Portal Psicología y Mente.

https://psicologiaymente.com/cultura/homo-economicus


Gayubas, Augusto (1 de agosto de 2025). Comunidad primitiva. Enciclopedia Concepto.

Recuperado el 5 de noviembre de 2025 de https://concepto.de/comunidad-

primitiva/.


Equipo editorial, Etecé (11 de octubre de 2025). Capitalismo. Enciclopedia Concepto.

Recuperado el 6 de noviembre de 2025 de https://concepto.de/capitalismo/.


Furman, J., & Georgieva, K. (2024, enero 14). La inteligencia artificial transformará la

economía mundial: asegurémonos de que beneficie a la humanidad. Fondo


Monetario Internacional (FMI). https://www.imf.org/es/Blogs/Articles/2024/01/14/ai-

will-transform-the-global-economy-lets-make-sure-it-benefits-humanity

La economía del algoritmo

 Juan Pablo Reyes Agredo


A veces siento que el mundo se mueve sin que nadie lo toque. No son las manos ni las máquinas

las que sostienen la economía, sino líneas invisibles de código que calculan nuestros deseos. Abro una

aplicación, busco algo, deslizo el dedo, y detrás de ese gesto cotidiano hay una red que traduce mis

emociones en números. Ya no somos consumidores: somos datos que respiran. Todo lo que hacemos

deja un rastro que alguien convierte en predicción. La economía, aquella que antes se medía en fábricas

o cosechas, hoy respira en los servidores y en los algoritmos que nos observan.

Hoy, vivimos en la era donde el valor no está en el oro, ni en la tierra, ni siquiera en el trabajo

físico, sino en la información. Alvin Toffler, en La tercera ola, lo había anticipado hace más de cuatro

décadas al afirmar que “el conocimiento se ha convertido en la fuente central del poder y la riqueza”

(Toffler, 1980, p. 21). Cada clic es una transacción silenciosa, cada búsqueda una confesión involuntaria.

Los algoritmos, como nuevos oráculos del siglo XXI, predicen lo que queremos antes de que lo sepamos.

Y lo hacen con una precisión inquietante.

Yuval Noah Harari, en su obra Homo Deus: Breve historia del mañana, advierte que “los

algoritmos conocerán mejor a los humanos que los propios humanos” (Harari, 2016, p. 379). Esa

conciencia ajena esa inteligencia que no siente, pero que decide ha convertido los datos en el recurso

más valioso del planeta. Vivimos dentro de una red que no solo registra lo que hacemos, sino que

anticipa lo que haremos.

A veces me descubro dentro de esa maquinaria invisible. Siento que mis elecciones no son del

todo mías, que mis gustos se van ajustando a lo que las plataformas me devuelven como reflejo. No sé si

el algoritmo me conoce o me fabrica. Lo cierto es que me he acostumbrado a su compañía: me

recomienda qué escuchar, qué leer, a quién amar, en qué creer. En silencio, organiza mi vida con una

cortesía inquietante. Shoshana Zuboff, en La era del capitalismo de vigilancia, explica que “el

capitalismo de vigilancia afirma un poder sin precedentes sobre la sociedad al transformar la experiencia

humana en materia prima para la producción de datos de comportamiento” (Zuboff, 2019, p. 15). Somos

parte de un sistema que ya no solo produce mercancías, sino también conductas.

Este nuevo orden económico parece ofrecernos libertad, pero su esencia es el control. Mientras

más personalizados son los servicios, más predecibles nos volvemos. Hemos cambiado la fábrica por la

pantalla, la jornada laboral por la conexión permanente, la rutina por la notificación. Y aunque nos digan

que somos libres, el algoritmo ya tomó nota. La economía actual no se basa solo en la oferta y la

demanda, sino en la capacidad de moldear lo que deseamos. Hemos pasado del trabajo físico al

emocional, de la producción al procesamiento, del cuerpo al dato.

Sin embargo, no todo está perdido. Tal vez aún podamos encontrar humanidad en medio del

código, una economía que use la tecnología sin despojarla de sentido. Me gusta pensar que los

algoritmos pueden volverse herramientas del cuidado y no del control, de la cooperación y no de la

vigilancia. Pero para eso, primero debemos recordar lo que somos: más que datos, más que perfiles,

más que consumidores predecibles. Somos la única variable que todavía puede desbordar la fórmula. Y

quizás ahí, en esa imprevisibilidad que las máquinas no pueden calcular, siga latiendo la esperanza de un

nuevo sistema económico verdaderamente humano.

Referencias

Harari, Y. N. (2016). Homo Deus: Breve historia del mañana. Debate.

Toffler, A. (1980). La tercera ola (Adolfo Martín, Trad.). Barcelona: Plaza & Janés.

Zuboff, S. (2019). La era del capitalismo de vigilancia. Barcelona: Paidós.

El futuro del sistema económico y la sociedad

 Yulguin Rengifo Sanchez


A lo largo de la historia, el sistema económico ha sido una pieza fundamental en el desarrollo de las sociedades humanas. Desde las primeras formas de trueque hasta los complejos mercados globales de hoy, la economía ha reflejado no solo nuestras necesidades materiales, sino también nuestras aspiraciones, valores y formas de organización social. En el siglo XXI, el modelo capitalista global enfrenta retos importantes que obligan a repensar su estructura y propósito (Piketty, 2014).


De pensar con el bolsillo a vivir con el alma, es hora de ponerle corazón a la economía

Mariana Ramos Martinez


Cuando la economía deje de ser solo plata

Desde hace siglos la economía ha demostrado que el valor de la vida se mide en billetes y esto me hace pensar que la economía es como una relación tóxica, algo que a veces nos hace daño y queremos seguir ahí, dando oportunidades tras oportunidades. Toda nuestra vida gira en torno a ella, desde los sueños hasta los trabajos y las risas, entonces uno piensa, ¿será que no hay otra forma de vivir que no sea sufriendo por no tener dinero? Este ensayo es una reflexión para aterrizar la cabeza y ver hacia dónde va el sistema económico y si todavía hay alguna forma de inventarnos o ingeniarse un sistema que no nos consuma por dentro. Si uno mira para atrás, la historia económica ha pasado por muchos sistemas: feudalismo, capitalismo, socialismo, etc, cada una prometiendo cambios y mejoras, prometiendo un paraíso, pero el hambre, las desigualdad y  las problemáticas del mundo siguen vigentes cada dia aun mas, asi que la idea es ir alejando este modelo actual y empezar a fabricar ideas nuevas que en el futuro generen riqueza pero a la vez un bienestar. 


Este sistema actual está tan obsesionado con producir y vender y vender que se les está olvidando vivir, desde que los humanos tenemos uso de razón vemos por todas partes que según el exito es tener y no es ser o que si no generas plata no vales nada y estos factores causan cansancio y daños, sobre todo en los jóvenes, sin embargo las nuevas generaciones·ya no se están tragando el cuento de que así funciona la economia, asi que hay que aprovechar y dejar de pensar en un nuevo sistema como algo lejos de este presente y empezar a construirlo y hacerlo realidad, desde lo local.     Debemos imaginarnos una economía que se mueva con base en la confianza, la cooperación y donde el éxito no se mida por cuanto es que se tiene si no por cuanto es que una persona da, una economía que ponga primero a las personas y al planeta y que el propósito sea lograr un equilibrio entre el desarrollo económico y el progreso social.


El cambio real está en actos pequeños, solo es dejar de ver la plata como si fuese un DIOS o como si te fueses a morir si no tienes mucha, la idea es verla como una herramienta de progreso pero sin matarnos la cabeza, necesitamos redistribuir, reducir, representar y diseñar sistemas de cuidado integrales, necesitamos priorizar el bienestar y abordarlo en la economía de forma directa para que el esfuerzo de este cambio no esté destinado a fracasar de ninguna manera, necesitamos el derecho a cuidar y a ser cuidados, necesitamos una economía que sí se preocupe por el crecimiento y que asimismo avance de buena forma, pero que a la vez no sea esclava de ello, debemos ir disminuyendo poco a poco la economía del agotamiento, romper esta barrera y ir hacia donde nos toca, una economía 2.0 donde despertemos. 


En conclusión, no se trata de borrar lo malo, se trata de aprender de ello y de construir algo justo, algo humano, algo que nos de progreso pero que nos haga sentir vivos, la nueva economía que se propone en este ensayo no es una que venga directamente del billete, del dinero, si no que venga del sentido humano donde se alimente de empatía.

El futuro de esto no va a ser similar a algo que ya hayamos visto, si no a cosas nuevas e innovadoras, ya los humanos están cansados de esperar y de promesas que nunca pasaron ni van a pasar y ya han sido bastante los sacrificios que ha hecho la humanidad sin recibir casi nada a cambio, este sistema que saldrá adelante no solo requiere medirse en el PRODUCTO INTERNO BRUTO sino en horas de descanso justas, y esto sí que suena tierno pero también es inminente, así que tomemos la economía, entendamos la, entendamos el bienestar económico y transformemos esta a nuestro favor, poner la economía al servicio de la vida y no la vida al servicio de la economía hará que el planeta tenga mil formas de vivir mejor sin dañarlo, lo cierto es que ya no basta con solo estar hablando, hay que ir haciéndolo real, porque si algo he aprendido en Colombia, es que aunque el camino sea duro, siempre hay forma de pararse, afrontar y volver a empezar.

Referencias

Anchia, A. (27 de octubre de 2022). Economía del bienestar. Ministerio de agricultura y ganadería de Costa Rica.  https://www.mag.go.cr/proyectos/Agricultura-Familiar/Red-Costarricense-Agricultura-Familiar/ECONOMIA%20DEL%20BIENESTAR.pdf

 Diaz, A, Rodriguez, B., (22 de octubre de 2024). Porque dar prioridad a la economía del cuidado es clave para el crecimiento y el bienestar. World economic forum. https://es.weforum.org/stories/2024/10/por-que-cuidar-la-economia-del-cuidado-es-clave-para-el-crecimiento-y-el-bienestar/

Prihantoro, A. (25 de octubre de 2024). Una economía esclava del crecimiento esta creando una crisis de salud mental, asegura un experto. Noticias onu (UN news)  https://news.un.org/es/story/2024/10/1533781

¿La economía tiene futuro?

 José Inti Pinzón Monje


“Lo único constante es el cambio”, dice Heráclito (Platón, 2003). Dicha frase aplica, con una brutal universalidad, cada aspecto de nuestras existencias. Desde los gustos musicales hasta las maneras de hacer la guerra, todo muta se adapta a las nuevas circunstancias, lo cual, a su vez, se convierte en las circunstancias a  las que se deben adaptar los entes venideros, perpetuando así un ciclo de eterno cambio y mutación. Y esto, por supuesto, también se aplica a la economía, la cual ha sido un factor de cambio imparable y constante. Ya se sabe con certeza cómo se ha desarrollado la economía a lo largo de la historia, pero, en este ensayo, se tratará de vislumbrar cómo será su futuro junto con el de la especie humana.

Es un hecho que no somos capaces de saber con total certeza que nos deparará el futuro. Son infinitos los factores que alteran el cómo, cuándo y porqué ocurrirán los sucesos del futuro. Pero lo que sí se puede hacer es, basándose en antecedentes, y con una buena pizca de imaginación, se pueden llegar a realizar predicciones bastante sensatas. A continuación, se revisarán ciertas perspectivas desde las cuáles se puede intentar deducir sobre cuál será el futuro de la economía como sistema.

Primero, podemos ver una perspectiva evolucionista del asunto. “No sobrevive el más fuerte, sino el más adaptable” reza el Origen de las especies de Charles Darwin(Darwin, 2011). Y es un hecho que el estado actual de la sociedad humana  es insostenible (Prescott, 2018). Es evidente que se necesita un cambio sustancial y radical en el sistema económico actual. Tenemos una economía que se basa en la explotación y en la muerte. Criamos millares de animales con el fin único de matarlos y usar sus restos. Sembramos millares de plantas con el fin único de cortarlas y usufructuar sus frutos. La economía de países enteros se basa en recursos naturales finitos y ya excesivamente explotados, tales como el petróleo y el carbón. La mayoría de la energía del planeta proviene de estos mismos explotados y finitos recursos. Al nivel de crecimiento poblacional que hay en el mundo, si se sigue con el sistema económico actual, no se ven muchas más posibilidades más allá del colapso. Lo más triste de todo el asunto, es que similar a lo ocurrido con la esclavitud (National Archives, 2022), solo se decida el cambio cuando el modelo económico deje de ser rentable. Hasta ese entonces, solo queda esperar que la inevitable crisis no afecte tan duramente a la humanidad.

Una de las opciones más pesimistas sobre el futuro es un mundo del estilo de los libros 1984  (Orwell, 1949) y Un mundo feliz  (Huxley, 2013). Un mundo donde el gobierno tenga el control absoluto sobre la vida y la muerte de todos sus moradores, en el que absolutamente todos los ciudadanos estén bajo vigilancia ininterrumpida, y todo lo que se piense, se diga o se haga deba seguir al pie de la letra las reglas estatales, so pena de muerte. Este futuro suena horrible, y sumamente distópico, pero lo realmente terrible, es su factibilidad. Con las redes sociales cada vez más metidas en nuestros organismos, y con los medios de comunicación alterando cada vez más nuestra manera de pensar, es muy posible que lleguemos a una sociedad totalitaria donde el estado tenga el control absoluto de todo, desde los medios de producción hasta el odio y el amor de sus habitantes.

Por último, y en contraste con la opción pasada, se presentará una alternativa mucho más optimista. Se trata de la desglobalización, del volver a las raíces,de la economía sostenible. Sus defensores argumentan que muchos de los problemas actuales se deben a la globalización de la economía, yendo a por los grandes beneficios y las grandes multinacionales, dejando atrás todo lo local y lo propio. Por eso, y en textos como el Out of poverty  se nos habla de que la solución es fortalecer la economía autónoma y local, facilitando el acceso a semillas y fertilizantes naturales. Con esto vendrían innumerables beneficios, desde ambientales hasta sanitarios. Esto, y la implementación de energías renovables, parece ser el camino más óptimo para la supervivencia de la especie humana.

En conclusión, el futuro es incierto, y no sabemos exactamente qué nos depara. Pero, si podemos estar preparados para lo que pueda ocurrir. Como sociedad, es obligatorio entablar un diálogo entre todos los miembros de la misma, con el fin de hallar la mejor manera de sobrevivir. A niveles geológicos, el ser humano es solamente un insecto sobre la faz del planeta que solamente ha estado instantes sobre el mismo. La Tierra nos sobrevivirá, por mucho, porque es tan vasta que es capaz de cuidarse  a sí misma () . Lo ideal es que los humanos tuviéramos esa misma capacidad.



REFERENCIAS



Platón (2003). Diálogos. Obra completa en 9 volúmenes. Madrid: ⦁ Editorial Gredos. ⦁ ISBN 978-84-249-1487-5.


Darwin, C. (2011). El origen de las especies . William Collins.


  • Orwell, G. (1949). 1984. Penguin Classics. 

  • Huxley, A. (2013). Un mundo feliz. Achiras, Argentina: Biblioteca del Subsuelo.



INFOGRAFÍA:


El desarrollo económico actual es insostenible. ¿Cómo podemos revertir esta tendencia? (s/f). Tercera Información. Recuperado el 6 de noviembre de 2025, de https://www.tercerainformacion.es/opinion/25/01/2018/el-desarrollo-economico-actual-es-insostenible-como-podemos-revertir-esta-tendencia/


La proclamación de Emancipación. (2022, 17 junio). National Archives. https://www.archives.gov/espanol/la-proclamacion-de-emancipacion



El sistema educativo en Colombia y Sistema Económico y Social

 Hablar de educación en Colombia es hablar del reflejo más nítido de su sistema económico y social.

En ella se proyectan las desigualdades, las oportunidades y las esperanzas de un país que ha

intentado avanzar en medio de profundas brechas estructurales. La educación debería ser el motor

que impulse el desarrollo humano y económico, pero en Colombia se ha convertido, en muchos

casos, en un filtro que separa a quienes pueden acceder al conocimiento de quienes quedan

excluidos por falta de recursos o por las condiciones del territorio donde nacieron.

El sistema educativo colombiano, históricamente, ha estado condicionado por el modelo económico

imperante. Desde las reformas educativas de finales del siglo XX, la educación se ha tratado cada

vez más como un servicio y no como un derecho. Esta visión mercantilista ha hecho que la calidad

de la educación dependa en gran medida de la capacidad económica de las familias y del lugar de

residencia. Así, mientras algunos acceden a colegios privados con infraestructura moderna, otros

asisten a escuelas rurales sin docentes suficientes, sin conectividad y sin materiales básicos.[1]

Las cifras lo evidencian: según el Índice de Gini, Colombia pasó de 0,553 a 0,551 en la última

década, lo que representa una leve mejora, pero aún la mantiene entre los países más desiguales del

mundo. Dicha desigualdad no solo se refleja en los ingresos, sino también en las oportunidades

educativas. En zonas rurales, los niños deben recorrer kilómetros para asistir a clases, y muchos

abandonan sus estudios por necesidad económica o por la ausencia del Estado.

A esta realidad se suma la crisis del modelo pedagógico tradicional, centrado en la memorización,

la estandarización y la competencia. Las pruebas estandarizadas, como el ICFES, reducen la

formación integral a números y puntajes, clasificando a los estudiantes en función de su

rendimiento académico sin considerar sus contextos, habilidades o intereses. Esta lógica responde al

mismo principio del sistema económico: medir el valor de las personas según su productividad o

desempeño.

Además, el currículo nacional prioriza las áreas científicas y técnicas por encima de la educación

artística, el pensamiento crítico o la formación ética. Se enseña a los jóvenes a “producir”, pero no a

comprender el mundo ni transformarlo. Así, el sistema educativo termina alimentando un ciclo

donde el conocimiento se orienta al mercado laboral, no al desarrollo humano. Como resultado, el

país forma trabajadores adaptables, pero no ciudadanos libres y conscientes.

El desafío del futuro está precisamente ahí: en desvincular la educación del modelo económico que

la subordina al capital. Es necesario repensar la escuela como un espacio de libertad, creatividad y

pensamiento crítico. En países como Finlandia, Suiza o Alemania, el sistema educativo se adapta a

las necesidades del estudiante y de la sociedad, no al revés. En Colombia, en cambio, se exige que

todos aprendan igual, bajo los mismos exámenes, sin reconocer las diferencias culturales, sociales y

cognitivas.

Si la educación sigue respondiendo al sistema económico actual, seguirá reproduciendo las mismas

desigualdades. Pero si se transforma en un proyecto social que promueva la equidad, la empatía y el

pensamiento crítico, podrá convertirse en el cimiento de una sociedad más justa. Esto implica, entre

otras cosas, valorar el arte, la cultura, la ciencia y la técnica por igual, fortalecer la educación

pública, garantizar el acceso en las zonas rurales y dignificar la labor docente.

El futuro del sistema educativo colombiano dependerá de si el país decide continuar reproduciendo

las desigualdades del modelo económico actual o si, por el contrario, apuesta por una

transformación profunda que coloque la educación en el centro del desarrollo humano. No se trata


solo de mejorar indicadores o de implementar nuevas políticas, sino de replantear el sentido mismo

de educar: pasar de formar mano de obra a formar ciudadanos críticos, sensibles y solidarios.

En una mirada crítica a la historia, la educación en Colombia ha sido más un reflejo del sistema

económico que una fuerza que lo cuestione. El reto del futuro es invertir esa lógica. Si el país logra

construir una educación que libere, en lugar de domesticar; que motive, en lugar de excluir; y que

inspire, en lugar de estandarizar, entonces podrá transformar no solo su economía, sino su sociedad

entera. Solo así la educación dejará de ser un privilegio para convertirse, por fin, en el verdadero

motor de una nación equitativa y consciente.


Bibliografía

[1] https://www.uniminutoradio.com.co/los-retos-y-los-problemas-de-la-educacion-en-colombia/

El futuro del sistema económico y la sociedad: entre la desigualdad y la esperanza

 Angie Katherine Perafan Erazo

Desde hace siglos, la humanidad ha organizado su forma de vivir a partir de

diferentes sistemas económicos. Cada uno de ellos ha buscado satisfacer las necesidades de

las personas y garantizar el progreso, pero también ha generado desigualdades, crisis y

conflictos. Hoy en día, el sistema capitalista domina casi todos los países del mundo, y

aunque ha impulsado avances tecnológicos y crecimiento económico, también ha creado

grandes brechas entre ricos y pobres, y un daño ambiental cada vez más evidente.


Este ensayo tiene como propósito reflexionar sobre hacia dónde puede ir el sistema

económico en el futuro y qué tipo de sociedad podríamos construir a partir de lo que hemos

aprendido. A través de una mirada crítica, se analizarán algunos problemas actuales como

la desigualdad, el desempleo, el uso de la tecnología y la crisis ambiental, para luego pensar

si es posible un cambio que haga al sistema más justo, humano y sostenible.


A lo largo de la historia, los sistemas económicos se han ido transformando según

las necesidades y los avances de cada época. En el pasado existió el feudalismo, donde los

campesinos trabajaban para los señores a cambio de protección. Luego, con el desarrollo

del comercio y las ciudades, surgió el capitalismo, un sistema basado en la propiedad

privada, la competencia y la búsqueda del beneficio individual. Este modelo ayudó a

generar progreso, innovación y bienestar en algunos sectores, pero también trajo consigo

desigualdad y explotación (Piketty, 2014).


En el capitalismo actual, las grandes empresas y los países más poderosos controlan

la mayor parte de los recursos. Mientras unos pocos acumulan fortunas, millones de

personas viven con salarios muy bajos o sin empleo estable. Esto ha creado una sociedad

donde el valor de una persona muchas veces se mide por lo que tiene y no por lo que es.

Este modelo de vida también ha generado estrés, desigualdad de oportunidades y una

pérdida de sentido comunitario.


Otro factor importante en esta reflexión es la tecnología. En los últimos años, la

inteligencia artificial, la automatización y la digitalización han cambiado por completo la

forma de trabajar. Muchos empleos que antes hacían las personas ahora los realizan las

máquinas. Según Rifkin (2019), esto puede tener dos caminos: uno negativo, donde

millones de personas pierden su sustento, o uno positivo, donde la tecnología se use para

liberar tiempo y permitir una vida más equilibrada, con trabajos más creativos y humanos.


Además, la crisis ambiental se ha convertido en una de las principales

preocupaciones del presente y el futuro. El sistema económico actual está basado en el

consumo excesivo y en la explotación de la naturaleza. Cada año se producen más bienes

de los que realmente se necesitan, mientras los ecosistemas se destruyen para mantener el

ritmo del mercado. Como explica Klein (2015), el cambio climático no es solo un problema

ecológico, sino una consecuencia directa de un modelo económico que pone las ganancias

por encima de la vida. Si no se modifican los hábitos de consumo y las políticas de

producción, las próximas generaciones enfrentarán graves consecuencias, como la escasez

de agua, el aumento del nivel del mar y la pérdida de biodiversidad.


Sin embargo, no todo está perdido. En distintos lugares del mundo han surgido

movimientos sociales, económicos y ambientales que buscan transformar la manera en que

entendemos la economía. Conceptos como la economía del bien común, la economía

circular o el desarrollo sostenible proponen que el crecimiento económico no debe medirse

solo por las ganancias, sino también por el bienestar social y el cuidado del planeta. Estas

ideas plantean que el dinero debe ser un medio para mejorar la vida de las personas, no un

fin en sí mismo.


También se está promoviendo un nuevo tipo de conciencia en los jóvenes, que se

interesan más por los problemas sociales y ecológicos. Muchos prefieren apoyar pequeñas

empresas locales, consumir de forma responsable y exigir transparencia a las grandes

corporaciones. Esto demuestra que la sociedad puede cambiar desde las acciones

cotidianas, no solo desde las decisiones políticas. El futuro no depende únicamente de los

gobiernos, sino también de la forma en que cada individuo participe en la construcción de

una economía más humana y solidaria.

En ese sentido, el reto más grande que enfrenta el sistema económico del futuro es

encontrar un equilibrio entre el progreso tecnológico, el bienestar social y el respeto por la

naturaleza. Para lograrlo, será necesario replantear nuestras prioridades como sociedad y

reconocer que el crecimiento económico no sirve de nada si no garantiza una vida digna

para todos.

El futuro del sistema económico y la sociedad está en un punto decisivo. Si

seguimos repitiendo los mismos errores del pasado, el mundo continuará dividiéndose entre

una minoría privilegiada y una mayoría que lucha por sobrevivir. Además, el planeta podría

llegar a un punto de daño irreversible. Pero si somos capaces de aprender de la historia y

actuar con responsabilidad, aún existe la posibilidad de un cambio real.


El sistema económico del futuro debería enfocarse más en las personas y menos en

el dinero. La tecnología, el conocimiento y la cooperación pueden ser herramientas

poderosas para construir un mundo más justo. La sociedad del mañana dependerá de las

decisiones que tomemos hoy: si seguimos priorizando la ambición y el consumo, nos

alejaremos de lo humano; pero si elegimos la solidaridad, la equidad y el respeto por la

vida, podremos construir un futuro donde todos tengan un lugar digno.


Referencias


Klein, N. (2015). Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima. Paidós.

Piketty, T. (2014). El capital en el siglo XXI. Fondo de Cultura Económica.

Rifkin, J. (2019). El Green New Deal global: Por qué el auge del Internet de las

cosas, el big data y las energías renovables están revolucionando el mundo. Paidós.

Vivimos Conectados, Pero ¿Vivimos Más Juntos?

 Holly Nicol Palomino Penagos


Durante la historia, la economía ha sido un reflejo de la sociedad, cada cambio

tecnológico influido en la forma en la que los seres humanos vivimos, ha cambiado

la forma en la que se trabaja, se produce, y nos relacionamos; Actualmente nos

encontramos en una era digital donde el mundo vive una transformación de forma

silenciosa, donde el poder ya no se define partiendo de la propiedad de las

fábricas, ahora se define por la propiedad de los datos y control de información.

Todo esto conocido como el Capitalismo de la Vigilancia y Capitalismo digital,

donde la vida cotidiana es transformada en un producto, algo que nos pone a

pensar sobre el futuro socioeconómico, visibilizando críticamente el pasado

histórico.

En la era digital, cada interacción humana deja un tipo de rastro que puede ser

guardado o almacenado ya sean gustos, preferencias o hábitos e incluso

emociones, por consiguiente, esta información es analizada para predecir y dirigir

nuestro comportamiento o finalmente ser vendida. Como plantea Shoshana Zuboff

(2019), este modelo económico (capitalismo de la vigilia) se sustenta en la

apropiación de datos personales para generar beneficios corporativos,

transformando la experiencia humana en una fuente de lucro. Hoy las plataformas

tecnológicas tienen la capacidad de capturar nuestras decisiones y emociones,

esto lo hacen porque obtienen beneficios ante el seguimiento constante de las

personas y es algo que genera nuevas formas de control social, quizás un control

social silencioso, del que algunos entienden y pocos quieren hablan.

Podemos observar una viva representación del cambio en la lógica del

capitalismo, cuando anteriormente se explotaba la fuerza de trabajo, hoy en día se

explota la atención y la información. No recibimos nada a cambio cuando

interactuamos en redes e inconscientemente producimos valor sin obtener

remuneración ni compensación. Como lo advierte Yuval Noah Harari (2021)

Quienes crearon las primeras redes sociales pensaron que ayudarían a la

humanidad, liberándola y fortaleciendo las democracias. Ahora sabemos que

también puede herir a las personas y establecer dictaduras digitales. Es claro que

la tecnología es una herramienta de doble filo cuando no existe limitación ni

conciencia también que en la actualidad el conocimiento suele concentrarse en

pocas manos desde que empezamos a ser una sociedad más vigilada.

No podemos negar que el capitalismo digital ha traído consigo avances en

comunicación, ciencia y rendimiento, pero también nos lleva a reflexionar sobre la

desigualdad, puesto que una minoría es dueña de miles de datos, riquezas y tiene

poder económico, político, social; La mayoría de las personas se someten a

empleos limitados e inestables, en este punto podemos hablar sobre la economía

de plataformas que según Marbella y Arecco (2021) consiste en el desarrollo de

actividades económicas a través de la intermediación de una plataforma digital.

Existe una gran parte de la población que depende de este tipo de empleos, esto

es algo que podemos observar día a día, desde que nos transportamos utilizando

la plataforma DIDI pasajero, hasta cuando solicitamos comida por medio de la app

RAPPI. Este modelo, aunque es innovador mantiene los mismos problemas de

explotación e inequidad de los sistemas anteriores, la digitalización crea una

dependencia hacia la tecnología, donde en aplicaciones como Tiktok algunas

veces son los algoritmos los que deciden que creemos, que pensamos y que

compramos. Por otra parte, la automatización y la IA plantean un problema ético

que gira entorno al trabajo, pues es posible que cuando las maquinas realicen la

mayoría de las tareas exista una destrucción masiva de empleo, la otra cara de la

moneda es la oportunidad que ve Rifkin donde producir cueste cada vez menos, él

plantea que entramos en una tercera revolución industrial donde se combinan,

energías renovables, internet, IA, y pasamos de poseer a compartir; producir no

dependerá del sacrificio humano sino de la inteligencia colectiva (Lastra Lastra,

2017).

Frente a la crisis ambiental, ética y social del capitalismo contemporáneo, varios

autores enuncian modelos económicos más sostenibles y solidarios, como la

Economía del bien común, donde el éxito se mide por la contribución al bienestar

social y ecológico, Felber (2011); como la economía circular que tiene como

objetivo reducir el desperdicio y darles provecho a los recursos de una manera

sostenible. Hay un paradigma que rompe la idea del progreso material y propone

una convivencia basada en la cooperación, respeto y cuidado de la vida, este es el

pensamiento del Sumak Kawsay o buen vivir, un concepto retomado por Acosta

(2013), que invita a considerar el desarrollo como equilibrio entre los seres

humanos y la naturaleza. En cuanto al ámbito digital, nace el cooperativismo

digital que propone plataformas gestionadas por sus propios trabajadores o

usuarios, donde la tecnología no sirve para vigilar más que para colaborar, estas

opciones existen en proyectos comunitarios, empresas sociales y redes de

intercambio que funcionan fuera de la lógica de la disputa permanente.

Finalmente el futuro del sistema económico dependerá de si la humanidad tiene la

posibilidad de sujetar la tecnología con la ética, si bien el capitalismo industrial

tuvo una organización hacia el trabajo, el capitalismo digital lo hizo en torno a los

datos, aunque si algo aprendimos de la historia, es que siempre cambia porque

ningún sistema ha sido eterno, por lo tanto la economía que viene debe lograr

combinar la innovación con la igualdad social, la ética, el conocimiento y respeto a

la vida. Es posible que lo mas importante sea humanizar la tecnología, poniendo

en el centro a las personas, no a las maquinas, así se lograra una economía que

no vigile, no excluya, que no mida el éxito por la riqueza, al contrario, será una

economía que libere, integre, valore la dignidad de quienes tienen riqueza.


REFERENCIAS


Acosta, A. (2013). El Buen Vivir. Sumak Kawsay: una oportunidad para imaginar

otros mundos [PDF]. Icaría. https://n9.cl/3usnv

Felber, C. (2011). La economía del bien común: reseña [PDF]. Economías

Sostenible. https://n9.cl/vppod

Lastra Lastra, J. M. (2017). Rifikin, Jeremy, La Tercera Revolución Industrial.

Boletín Mexicano de Derecho Comparado, 50(150). https://n9.cl/pusy5k

Lucas, R. (2020, noviembre-diciembre). Capitalismo de Vigilancia. Nueva

Sociedad, (290). https://n9.cl/78xbv

Marbella, O. A., & Arecco, C. A. (2021, junio). Economía de plataformas y el

mercado laboral (Indicadores de Actividad Económica No. 168). Fundación

Bolsa de Comercio de Bahía Blanca. https://n9.cl/6hdu6e

Redacción. (2021, 15 de noviembre). “Las nuevas tecnologías pueden crear el

cielo o el infierno. Pero no estamos seguros de cual es cual”. Reason Why.

https://n9.cl/3szfs

El futuro del sistema económico ante el colapso ambiental

Jhon Paguanquiza Solarte Paguanquiza

El sistema económico mundial, basado en el crecimiento ilimitado y la explotación intensiva de los recursos naturales, enfrenta una crisis sin precedentes. Las señales del colapso ambiental como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación generalizada muestran que el modelo actual no es sostenible. El propósito de este ensayo es reflexionar críticamente sobre hacia dónde se dirige nuestra sociedad si no se aplican medidas concretas para revertir esta tendencia, y cómo el futuro económico podría transformarse o desaparecer bajo el peso de sus propias contradicciones ecológicas.

Desde la Revolución Industrial, el progreso se ha medido en términos de productividad, consumo y expansión de los mercados. Sin embargo, este crecimiento constante ha tenido un costo ambiental incalculable. Los ecosistemas están al borde del colapso, los suelos se degradan, los océanos se llenan de plásticos y el aire se vuelve irrespirable en muchas ciudades. A pesar de las advertencias científicas, la lógica del capital continúa priorizando la rentabilidad sobre la sostenibilidad.

Si no se aplican medidas contundentes, el sistema económico global podría entrar en un proceso de autodestrucción ecológica, donde la escasez de recursos y los desastres naturales provoquen crisis alimentarias, migraciones masivas y conflictos sociales. No se trata de un escenario apocalíptico ficticio, sino de una proyección real basada en el deterioro ambiental actual.


Frente a esto, algunas corrientes proponen, el decrecimiento y la transición ecológica como alternativas para desacoplar el bienestar humano del consumo desmedido. Estas estrategias no solo buscan mitigar el daño ambiental, sino redefinir la idea de progreso, incorporando valores de equilibrio, justicia social y respeto por los límites del planeta. Sin embargo, su aplicación requiere una transformación profunda del pensamiento económico y político, una ruptura con la idea de que “más siempre es mejor”.

El futuro del sistema económico depende directamente de la capacidad de la humanidad para reconciliarse con la naturaleza. Si se mantiene el rumbo actual, el colapso ambiental no solo pondrá en jaque al planeta, sino a las bases mismas del sistema económico global. No habrá mercados ni producción posible en un entorno devastado. En cambio, si se asume una conciencia ecológica real y se implementan políticas sostenibles, aún es posible evitar el colapso y construir una economía que no viva a costa del planeta, sino en armonía con él.

El tiempo para actuar no es mañana es ahora.


Capitalismo en crisis y transición sostenible

 Maria Camila Oviedo Posso


El capitalismo ha sido la base del progreso y la expansión económica durante más de 200

años, sin embargo, sus fundamentos han ido agotándose, pues el crecimiento ilimitado que solía

ser símbolo de éxito, hoy choca con un planeta con límites físicos y sociedades que demandan

por justicia. Las crisis financieras, el daño hacia el medio ambiente y la desigualdad son prueba

de que ya no satisface las necesidades humanas y el equilibrio ecológico, pues el concepto de

que el mercado puede autorregularse perdió credibilidad por sus efectos sociales y climáticos.

Ante estas circunstancias aparecieron nuevas perspectivas para la economía a través de la

digitalización y la sostenibilidad, las cuales se han convertido en una medida de valor central.

Hoy en día, es bien sabido que el emprendimiento social y la economía colaborativa han ganado

fuerza como alternativas que ponen por encima al bienestar colectivo sobre los beneficios

particulares, pues representan los procesos de adaptación en el capitalismo y el intento de crear

estructuras económicas sean acordes a la conciencia ambiental y la responsabilidad social.

Por tanto, el capitalismo tradicional está limitado teóricamente y prácticamente porque su

lógica de acumulación entra en conflicto con la exigencia de preservar los ecosistemas y

respaldar la justicia. Bajo esa lógica, se defenderá la siguiente tesis en este artículo: El desarrollo

económico futuro depende del uso de sistemas basados en innovación, economía solidaria y

sostenibilidad ecológica. Además, se respalda con la revisión conceptual del capitalismo, del

emprendimiento social y la expansión de las finanzas verdes como medios de transformación.


2.1 La crisis conceptual del capitalismo

El sistema económico de hoy en día no es capaz de describir la noción de capitalismo,

porque su ideal de eficiencia y progreso se basa en una lógica que ignora las fronteras ecológicas

y los desequilibrios sociales. Según Cardao-Pito (2025), el término ha perdido su valor analítico

porque el dinero, el trabajo y la producción están integrados en una realidad bioeconómica donde

la naturaleza es parte del sistema y no solo de su entorno, y propone reemplazar el término

"capitalismo" por "sociedad monetaria en la biosfera.

La idea previa significa reevaluar la economía como una red recíproca de flujos

financieros y ciclos naturales, en los que se incluya la idea de que las actividades económicas

están inseparablemente vinculadas al espacio físico en el que se desarrollan. Es decir, una

expansión ilimitada ya no es posible cuando los recursos naturales alcanzan su umbral y a nivel

conceptual, la crisis del capitalismo crea espacio para sistemas que consideran la sostenibilidad

como un principio.

2.2 La economía solidaria y el emprendimiento social

En América Latina, especialmente en Colombia, se están desarrollando modelos que

responden a la exclusión estructural del mercado tradicional. Según Lashitew y Rosca (2025)

quienes analizan la institucionalización del emprendimiento social en el Sur global como una

forma híbrida de organización que vincula la gestión empresarial con los objetivos comunitarios.

Por tanto, concluyen que la creación de valor sin especulación ni concentración de capital es el

objetivo de estas iniciativas basadas en la colaboración y la autogestión.

Dicho lo anterior, las cooperativas agroecológicas y la banca ética son ejemplos de que la

rentabilidad es compatible con la justicia social y la protección del medio ambiente. Pues en

estos espacios, la producción se basa en la sostenibilidad de las comunidades y no en la

acumulación. Por tanto, el factor social se fortifica por la economía solidaria, además, el trabajo

colectivo recupera un sentido político frente al agotamiento del capitalismo competitivo, porque

estos sistemas representan un enfoque concreto para una economía más humana y responsable.

2.3 Las finanzas verdes y la innovación sostenible

El cambio económico precisa de instrumentos financieros enfocados en la sostenibilidad,

según el autor Dhayal et al (2025) las finanzas verdes tienen como objetivo concentrar los

recursos en proyectos que reduzcan las emisiones, incrementen la innovación tecnológica y

apoyen la transición energética. Por tanto, este enfoque no solo sirve para financiar la

producción, sino que también es de gran utilidad para orientarla hacia objetivos

medioambientales mensurables o medibles.

La energía limpia como la movilidad eléctrica y el reciclaje son impulsados a través de la

inversión verde, creando nuevas cadenas de valor más resistentes. Sin embargo, los autores

consultados nos advierten de peligros como el lavado verde o la concentración del crédito en los

países desarrollados. Por tanto, deben integrarse en las políticas públicas y en la economía para

promover la inclusión y la transparencia considerando que la sostenibilidad es un criterio

orgánico, que pasa de ser un instrumento de acumulación a una herramienta para la remodelación

ecológica y social de la economía global.

Como se ha redactado en el ensayo, el capitalismo tradicional ya no es capaz de

responder a las condiciones reales del siglo XXI porque no mantiene el equilibrio entre

crecimiento, equidad y sostenibilidad. Gracias a la revisión conceptual propuesta por Cardao-

Pito (2025) se esclareció que el sistema no tiene sentido si está separado de los límites ecológicos

del planeta. Además la perspectiva de Lashitew y Rosca (2025) muestran que las economías

locales pueden crear valor sin reproducir las lógicas de exclusión que caracterizan el mercado

capitalista.

Por tanto se concluye que, las finanzas verdes son un medio potencial para dirigir la

inversión en proyectos con impactos ambientales y sociales demostrables, pues estas líneas

conducen a que la economía del futuro no dependa de medir el éxito mediante la acumulación,

sino por la cooperación y a través de la innovación, la justicia y el respeto ecológico en un

mundo que ya ha alcanzado sus límites materiales.


Referencias


6

Cardao-Pito, T. (2025). The end of capitalism as a concept: Towards a new political economy for

understanding monetary societies in the biosphere. Innovation and Green Development,

4(1), 100201. https://doi.org/10.1016/j.igd.2024.100201

Dhayal, K. S., Giri, A. K., Agrawal, R., & Forgenie, D. (2025). Green finance as a catalyst for

innovation and sustainability: A perspective for a low-carbon economy. Environmental

and Sustainability Indicators, 101016, 101016.

https://doi.org/10.1016/j.indic.2025.101016

Didriksson, A. (2015). Economía Política del conocimiento: contrapuntos. Economía informa,

394, 38–67. https://doi.org/10.1016/j.ecin.2015.09.005

Lashitew, A. A., & Rosca, E. (2025). Institutionalizing social entrepreneurship in the Global

South: How intermediaries work around the indigenous solidarity economy in Colombia.

Research Policy, 54(7), 105268. https://doi.org/10.1016/j.respol.2025.105268