miércoles, 11 de marzo de 2015

De la utopía destruida


Andrés José Morales Pantoja

Para comenzar quisiera citar a Alvin Toffler con respecto a las expectativas del industrialismo: “La segunda ola trajo consigo una fantástica ampliación de la esperanza humana. Por primera vez, hombres y mujeres se atrevieron a creer que podrían ser vencidas la pobreza, el hambre, la enfermedad y la tiranía. (…) vieron en la naciente civilización industrial la potencialidad de lograr paz, armonía, pleno empleo, igualdad de riqueza o de oportunidades, el fin de los privilegios basados en el nacimiento, el fin de todas aquellas condiciones que parecieron inmutables o eternas durante los centenares de miles de años de existencia primitiva y los millares de años de civilización agrícola.”[1] En cierta medida los avances hechos por la humanidad en los albores de la industrialización daban indicios de unas condiciones nuevas, transformadas y por supuesto mejores.

Para encontrar razones del por qué se distorsionaron estos ideales empezare por sugerir que para entender un poco más tal proceso; además apoyado de las razones que da Toffler a saber, la separación del productor y el consumidor y la consecuente aparición del mercado[2], se debe apuntar a encontrar un sustento centrar más atemperado a la cultura y las tradiciones de la época.

Con relación a la época se puede mencionar que en la transición al industrialismo aún se encontraban tradiciones de la edad media, incrustadas en la cultura y en la forma de vivir, esto se puede ver en que aún se conservaban valores predominantemente religiosos. Así pues, se encontró allí la justificación al naciente sistema, su prosperidad era legitimada por la religión, exactamente por Dios; tal como lo resalta Max Weber: “Y como el éxito en el trabajo constituye el síntoma más seguro de que es del agrado de Dios, la ganancia capitalista es uno de los más importantes indicios de que la bendición divina ha caído sobre la empresa comercial”.[3] Al ver justificado su accionar queda entonces escindido el consumidor del productor y su racionalidad, es decir de su maximización de ganancias.

Es así que se ve justificado el desenfreno desatado tras la bonanza capitalista por obtener cada vez más, por ir más lejos; sin tener en cuenta las consecuencias a las cuales se veía abocado. De modo que las sociedades toman la decisión de seguir esta dirección “lógica” a la cual la humanidad debería dirigirse y que el ser supremo aprobaba. Con ello al contrario de llegar a cumplir con las expectativas planteadas, mayormente colectivas, el individuo o más bien el individualismo sujeto a su ya justificada racionalidad hizo que el beneficio fuera de una o de pocas personas destruyendo de esta manera el ideal primigenio del industrialismo.




[1] Toffler, Alvin. “La tercera ola” p.26
[2] Toffler, Alvin. “La tercera ola” p.28-29
[3] Citado en Crítica y redefinición de la categoría de progreso Hacia una “forma-vida-orgánica” por Damián Pachón Soto, el texto de Max Weber es Economía y sociedad.

7 comentarios:

  1. es interesante como podemos encontrar en este escrito uno de mis razonamientos preferidos, la imperfección del ser humano, como el hombre acomoda los ideales a capricho sin importar las consecuencias que esto le pueda generar.
    por otro lado y entrando en profundidad del tema es ilógico pensar, en el espacio del tiempo en el que nos encontramos y en base a una revisada critica por la mayoría de los campos de la sociedad.que esta ola que según el economista Alvin Toffler esta en descenso, aclarando que en muchos países no se ha visto reinar.
    fuera en cierta medida fructífera y de mejoramiento para la humanidad cuando nos damos cuenta que esto lo único que ha generado es una desigualdad social transformada, la destrucción in reparable a nuestro medio ambiente y al mundo en general, entonces es aquí donde nos debemos preguntar en realidad para quienes fue realmente bueno este cambio, para la naturaleza , para la sociedad pobre y desahuciada o en realidad fue la herramienta perfecta para las personas que les gusta dominar y llenar sus bolsillos sin importar los medios ni las consecuencias.


    ResponderBorrar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderBorrar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderBorrar
  4. Es interesante este texto y me gustaría agregar que la segunda ola es un sistema que si es bien empleado, o sea sin corrupción, permite combatir la pobreza y generar riqueza y prosperidad en cada país. Este sistema ha hecho reducir la pobreza que había en la Edad Media, la cual era mayoritaria, a niveles muchísimos más bajos, tales como los que hoy existen a nivel mundial.

    Los países que han eliminado por completo la pobreza, como Suecia, Suiza, Alemania, etc., han podido hacerlo gracias al capitalismo.

    ResponderBorrar
  5. Esto es precisamente la esperanza del modelo, ademas por ello aun en Colombia se escucha sectores en donde se aclama por la industrialización. Sin embargo, la eliminación de la pobreza por completo parece muy lejana, principalmente que para la existencia de los ricos (la prosperidad) se hace necesaria la existencia de los pobres.

    ResponderBorrar
  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderBorrar
  7. Desde mi perspectiva la sociedad no se vio movida al industrialismo desde un punto de vista religioso, pero si creo que fue movida por el avance tecnologico, la esperanza y la aparente evolucion en diversos campos que esta traeria, es controversial asumir por completo que la industrializacion no trajo con si grandes avances, claro esta, no cumplio cabalmente todos sus objetivos iniciales pero no se puede negar que el industrialismo ha logrado grandes avances en la medicina, la tecnologia y la ciencia que han llenado de esperanza muchas vidas. Luisa F. Escobar

    ResponderBorrar