Andrés José Morales Pantoja
Con la firma del tratado de
libre comercio con Estados Unidos hemos firmado nuestro harakiri. Las
consecuencias del acuerdo ya están siendo observadas y aun no se ha consumado
por completo. Sin duda el “gigante de américa” lleva las de ganar, su poder de
negociación es innegable y las promesas con las cuales se respaldó el acuerdo
son ya ilusiones imposibles de alcanzar.
En este tipo de acuerdos, como
es prudente, se brinda cierto tiempo al país menos favorecido para que
fortalezca su aparato productivo y pueda competir en mejores condiciones con el
país más fuerte, por esto los aranceles para la importación de bienes de
capital son reducidos mientras para otro tipo de bienes su arancel se reducirá
paulatinamente.
La situación parece loable sin
embargo lo que sucede casi siempre es que países como estados unidos en ese
mismo lapso de tiempo mejorara aún más su aparato productivo dejando así al
país nuevamente en condiciones más favorables con respecto a los otros. Además
al requerir grandes inversiones para adquirir los bienes de capital
competitivos, solamente empresas suficientemente robustas podrán beneficiarse
de esta fase del acuerdo. El tratado entonces es desequilibrado.
Los primeros efectos del
tratado con la potencia ha sido su imponente poderío en el sector alimenticio,
registrando en éste un golpe muy fuerte a productos esenciales en nuestra
canasta familiar como lo es el trigo, el arroz y demás cereales. Al no tener
las condiciones suficientes, ni el apoyo del gobierno para defenderse de la
fuerte abatida, los resultados no podrían ser diferentes.
El plan de desarrollo para los
próximos años plantea seguir la misma ruta de siempre: depender de la
exportación en volumen de materias primas principalmente de hidrocarburos,
esperando que el precio del petróleo se estabilice; seguir perdiendo sectores
industriales pues se verán más afectados por el desarrollo del tratado y con la
posterior firma de otros que impactaran sin duda a nuestra impotente economía.
A manera de ejemplo para que
veamos la dependencia de la economía colombiana con las grandes potencias,
específicamente con estados unidos, por la caída del precio del petróleo se
avizora un año difícil pues los ingresos no se recibirán en la misma proporción
que antes. Al no tener otras alternativas de consecución de ingresos, ya que la
industria del país es demasiado pobre y el gobierno no ha hecho mucho para que
sea uno de los pilares económicos colombianos, una de las maneras como ha
decidido resolver el gran problema es realizando una reforma tributaria
aumentando así la tributación que de por sí ya es alta, esto ha traído consigo
importantes consecuencias por ejemplo desincentivar nuevas inversiones y las
pocas que quedan están migrando a países más atractivos como México que
registra mejores posibilidades de rentabilidad.
Recientemente se ha anunciado
un plan para reactivar la economía, como solución para palear el difícil año,
el plan se financia principalmente comprometiendo recursos de los próximos
años. Si los efectos del plan no se consiguen, la esperanza de crecimiento por
encima de las posibilidades queda desechas y tendrán repercusiones muy fuertes
en los siguientes años que además de no aumentar la productividad, el
endeudamiento se incrementara para subsanar el déficit fiscal que se presentara.
La situación será peor.
Con este panorama se prevé que
seguiremos siendo el país de las materias primas, pero ahora más baratas;
seguiremos siendo un país desindustrializado, sin mejoras tecnológicas,
obsoleto, endeudado y con problemas sociales de inequidad aún más profundos.
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