lunes, 13 de marzo de 2017

La Religión y su “desinteresado” aporte a los mercados del siglo XIV

Por: Leonardo Fabio Muñoz


 
Primeramente quiero señalar el papel de la religión en esta y en muchas épocas como aparato ideológico del estado. Desde que nacemos se nos asigna un nombre y unas propiedades físicas heredadas de nuestros progenitores, y con ellas muchas veces unas creencias religiosas. Personalmente creo que con el bautismo perdemos libertad, debido a que es una decisión que toman nuestros padres y que en la mayoría de casos ni siquiera tenemos dominio de un lenguaje para expresar nuestra negativa o aceptación.
Como aparato ideológico del estado  la religión nos prepara para un adoctrinamiento y sumisión al poder de manera que lo legitimase como propio de nosotros. Desde la creencia “…a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra…” en Lucas 6:29, podemos analizar cómo podríamos permitir cualquier daño sin ni siquiera responder al respecto, una manera cínica de no respeto por nosotros mismos y un desinterés por la vida social inmediata.
Ahora bien, su papel en la transición difusa del feudalismo al capitalismo fue fundamental. Como sabemos en la época Feudal la agricultura era el único factor de producción, por tanto los que más poder tenían eran los dueños de la tierra. La iglesia era el mayor terrateniente de este periodo de la historia entonces su poderío era extraordinario. Cabe destacar que la iglesia ayudo a la creación de escuelas estimulando la enseñanza, sin embargo fue poco lo que hicieron en consideración con la gran cantidad de  recursos que acumulaban.
La creencia de que ayudando a la iglesia se podría obtener salvación eterna hizo que muchos señores Feudales dieran sus tierras en su lecho de muerte, otros cedían parte de sus tierras después de ganar una batalla.
La economía de la época era de autoconsumo así que  no había excedentes, por lo cual no tenían  mercados propiamente como los conocemos, sin embargo si tenían algo llamado “Mercado semanal” en el cual se hacían pequeños trueques, por lo general de productos agrícolas, los dueños de estos eran los obispos o señores feudales, aquí podemos observar el primer aporte a los mercados.
La iglesia nota que las batallas por la tierra son necesarias para mantener el poder, así que aprovecha las cruzadas para tal fin, incitando a la guerra cito: “…Que aquellos que estaban acostumbrados hasta ahora a luchar en guerras perversas contra los fieles, luchen ahora contra el infiel… Que aquellos que anteriormente han sido mercenarios de baja paga, ganen ahora recompensas eternas…”, El dilema de ganar la recompensa eterna mueven a muchos guerreros a matar y así expandir y ganar terrenos.
Por otra parte tenemos que Venecia, Geneva y Pisa se caracterizaban por ser comerciales así que quieran mejorarse en ese aspecto, necesitaban privilegios en  el tráfico a lo largo de Asia menor, este terreno lo manejaban los musulmanes llamados “enemigos de cristo”, era la recuperación de la “tierra santa”. O sea que esta cruzada fue una guerra en la cual cada grupo buscaba un interés personal, aunque se peleaba por el amor a Dios. Efectivamente se ganó esta batalla.
Aunque los musulmanes recuperan Jerusalén no reconquistaron la ruta del mediterráneo, dicha ruta fue la que impulso el comercio de manera contundente. Prontamente nacen las ferias donde se comercializaban productos de todas las clases y donde había movimiento de moneda.
Para concluir la iglesia tuvo un papel muy importante en la creación de los mercados, ayudando en la guerra al dominio de tierras y de vías que fueron tan necesarias para el correcto transporte y comercialización de productos. Aunque siempre con un doble discurso religioso: el que descubre las bendiciones y apropiamiento de las riquezas y otro que condena a esos mismos poseedores a la condenación eterna. 

Referencias Bibliográficas:
Huberman, Leo. (1963). “Los bienes terrenales del hombre: historia de la riqueza de las naciones”.
ECHEVERRI U, Álvaro (1997). Teoría Constitucional y Ciencia Política. Bogotá: Ediciones Librería del Profesional. 5 Ed.



 


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