Es notorio observar en la historia la sucesión de
cambios y alteraciones que ha percibido el hombre como grupo social, y por ende como individuo, no obstante,
podemos hablar de la inconformidad y la diversidad como elementos determinantes
que hicieron posible la evolución social a lo largo del tiempo.
Bien se puede hacer un recorrido histórico de los
diferentes tipos de organizaciones en los que los hombres se asentaron, siendo
estas organizaciones, la base para el desarrollo, teniendo como factor
específico pero no único la producción. Mas no es menester de este texto
indagar los procesos evolutivos de los que fueron objeto dichas organizaciones,
pero se hace útil recordar, que las etapas sociales y por lo tanto los modelos
de producción, han experimentado transiciones de largos periodos temporales, en
los que no es totalmente probable identificar con certeza, el modelo de
producción vigente para dicho periodo. Pasó entonces a tratar desde mi
experiencia y opinión el sistema de producción predominante en la sociedad
actual, el capitalismo.
El capitalismo ha sido la cura a diversos males que
han aquejado a la humanidad, pero de la misma manera, ha sido una enfermedad
prominente, un conjunto de problemas, algunos dirían, más grandes que las
soluciones de las que nos provee. Bien se puede decir, que el capitalismo ha calado
hondo en la vida de gran parte de los individuos, tanto así, que cuando se
escucha hablar de un sistema diferente de sociedad, tan solo se lo logra
concebir en el plano teórico, en donde queda relegado al olvido, como un cuadro
viejo, empolvado en la pared. Hay entonces, un peligro latente cuando se creé
que el modo de producción es único, cuando no se percibe la posibilidad de
injertar variaciones, y por qué no, realizar cambios absolutos al modelo
vigente.
El capitalismo va ligado a una condición considerable,
casi se diría indispensable a la hora de desarrollarse en su plenitud, esta es
una política estable, fundamentada en los cimientos de una democracia sólida,
como medio para alcanzar los fines deseados. La acumulación de capital sin
restricciones determinantes, como bien podrían haber sido la nobleza en el
feudalismo o la religión en el esclavismo, ha sido posible gracias al
desarrollo de la democracia, al hecho de poder asegurar y dar fe de que todos
los individuos son cosmopolitas e iguales. No obstante, lo que a grandes rasgos
parece ser una virtud, puede convertirse en un lastre, al ser mirado con más
cercanía, pues es aquí cuando la existencia de la democracia formal y de paso
el sistema capitalista son derribados de bruces, por ejemplo, al leer al
filósofo colombiano Estanislao Zuleta afirmando: “de nada sirve el derecho al
voto a una persona cuando no sabe leer”. Son este tipo de detalles los que
consiguen poner en tela de juicio la validez del prominente sistema
capitalista, y de paso hacen temblar la aplicación práctica del concepto democracia.
Mas no ha sido en vano, la difusión de píldoras de la
esperanza, repartidas por gobiernos tan relevantes como Estados Unidos,
Inglaterra o el surgente Brasil, con las que busca convencer al individuo del
siglo XXI que habita en la tierra del prodigio, en el país de las maravillas,
donde basta con tirar unas cuantas semillas por encima del hombro y los frutos
surgirán como mana llovido del cielo. Es entonces mayoritariamente aceptado la
fórmula del ‘estudia duro y trabaja fuerte, para llegar a la cúspide’, a esa
montaña de dinero, fama y poder que espera para ser colonizada, por cualquier
hijo de vecino perseverante. Y es que, aquellos deseos llamados erróneamente
necesidades, son alimentados desde que poseemos una temprana edad; vallas de
publicidad que exhiben fotografías de autos de lujo, propagandas en los que
conceptos tan personales como la felicidad y el éxito van ligados a una marca
de ropa y hasta una máquina de afeitar, y la creciente y considerable presión
en masa que ejercemos los individuos unos sobre otros, como moscas atrapadas en
la miel, una miel que no es del todo dulce, del todo gratificante, una miel que
nos brinda una plenitud pasajera pero pocas veces perdurable. Es entonces,
cuando podemos ver filas y más filas de hombres, jóvenes y mujeres esperando afuera
de las grandes tiendas, con la expectativa de ser uno de los primeros
ciudadanos en poseer el ultimó celular, de saborear la primera hamburguesa
doble queso, en el restaurante de cadena que abrió en la ciudad, los primeros
en llevar en la muñeca un rolex, los primeros en lucir nuevo coche, nueva casa, nueva mascota,
nuevos clichés, los primeros en cambiar lo que alguna vez fue, una vida de
carne y hueso por una de plástico, y habría quien dijera de cadenas. Es
entonces, una problemática más que evidente, la masificación del individuo, la
creación de una cultura global, en donde conceptos propios y tradiciones son
dejados a un lado, en favor de comportamientos masivos, en vidas fabricadas en
serie.
Hay que poner sin embargo, en evidencia que el punto
anteriormente mencionado, no es el único bache del vigente sistema capitalista
ni mucho menos, de ser este el caso sería poco probable encontrar un mejor
modelo de desarrollo, que superara al actual, pero no lo es. ‘De nada sirven los derechos sino tenemos
posibilidades’ decía Carlos Marx, y es que, no se trata de una consecuencia
menor, la diferencia notoria entre las calidades de vida, al comparar un
habitante de las favelas en Brasil, o
del barrio Santo domingo sabio en Medellín con residentes del vecindario
de North beach en Florida. Son este tipo de desigualdades en lo que respecta a
la acumulación de capital lo que hace que un individuo sea igual a nivel constitucional,
pero nunca a nivel práctico. No es posible tampoco, considerar virtud del
capitalismo, al hecho de que la media del índice de desarrollo humano de
América latina con respecto a los países industrializados se halla mantenido en
una brecha prácticamente igual desde el año de mil novecientos setenta y cinco,
hasta el año dos mil, a sabiendas de que un bajo índice de desarrollo humano
conlleva a unos bajos niveles de educación, salubridad, y altos niveles de
inseguridad, entre otras variables de peso. Mucho menos placentero es escuchar,
(cuando no se hace parte de esa pequeña franja), que el cuarenta y uno por
ciento de los ciento trece millones de hectáreas colombianas de uso agrícola,
son propiedad de un cero punto cuatro por ciento de propietarios. Cabe entonces,
preguntarse si el país de las maravillas que nos dibuja el capitalismo, es una
realidad o nada menos y nada más que una simple y llana fantasía, con esto no
pretendo refutar la validez de los sueños de aquellas personas que trabajan
diariamente, con la esperanza de formar parte de la pequeña franja privilegiada,
pero, deseo poner en tela de juicio y asegurar que es posible que la canción no
suene para todos y que algunos se queden, o nos quedemos, mirando con asombro
como la cajita sorpresa venia vacía desde un comienzo.
Sin embargo, no afirmo que todo lo que suene a
liberalismo es vil, y tampoco que todo Marxista vale su peso en oro, por el
contrario, voy a tratar de dar unas cuantas luces básicas con respecto al valor
positivo del capitalismo actual, resaltando sus virtudes y capacidades. Hablemos
entonces en términos adaptativos, pues es válido precisar si un personaje de la
talla de Warren Buffet o George Soros, merezca la misma renta que constituye la
media poblacional, pues de ser este el caso, sería interesante observar si
nuevas capacidades fueran potenciadas y llevadas a niveles extraordinarios,
sería entonces, sugestivo detallar, si el número de emprendedores permanecería
constante, si el número de empresarios proveedores de bienes y servicios se
mantuviera en la misma cantidad. Y la respuesta muy probablemente sería no,
pues es en este punto, donde es posible resaltar la virtud del capitalismo, que
permite recompensar a aquellos individuos que mejor se adapten al sistema y que
logren situar sus habilidades al servicio de los demás (no siempre), con la
consecuencia frecuente de una acumulación de capital. Pues de otro modo, qué
incentivo existiría para que un individuo llevara a cabo el proyecto de formar
una empresa, o para que instituyera una nueva marca multinacional. En términos
económicos, el costo de oportunidad seria mayor en el caso de que nuestro
individuo decidiera inquietarse para realizar su proyecto, por lo cual
preferiría quedarse en casa, mirando la telenovela del día, o escuchando la
radio, mientras espera el subsidio mensual de manutención estatal. Al punto que
quiero llegar, es al de afirmar, que carecería casi por completo de sentido
alterarse por propósito alguno, sino existe recompensa alguna al final del
camino. Viéndolo desde esta óptica, puedo establecer este razonamiento como
punto clave y virtud sobresaliente del sistema capitalista actual.
Y es de la misma manera, el sistema capitalista quién
provee de una relativa estabilidad al régimen político estatal, pues permite,
al estar cohesionado a la democracia, una serie de libertades y derechos
individuales que brinden la posibilidad de desarrollo de los individuos. Pues no
es en balde, recordar los fallos anteriores de modelos alternos como el
socialismo en la Unión soviética o Cuba, además de las incipientes reformas
venezolanas, orientadas hacia la creación de un estado populista, que terminan
siendo un fracaso parcial, cuando no rotundo. Esto demuestra, que aquellos
modelos alternativos de desarrollo no han sido de utilidad, al ser llevados de
la teoría a la práctica.
Es por esto y por diversas razones más (que
probablemente por desconocimiento no incluyo), que finalizo este texto diciendo
que, si bien el sistema capitalista se ve ante grandes retos para llegar a ser
completo e impecable, es el mejor sistema imperfecto de acuerdo a nuestras
falencias. No obstante, de la misma manera como las leyes físicas de Newton
fueron sobrepasadas por las de Einstein, llegará un día en el que el sistema
actual sea sobrepasado por una nueva propuesta de desarrollo integra, que
brinde frescura país, y por qué no, al mundo, aprovisionando de múltiples beneficios
a sus habitantes. No obstante, por ahora, me atrevo a afirmar que el
capitalismo es el modelo mejor adaptado a las necesidades humanas reales, a sus
deseos y a los recursos escasos de los que dispone.
Referencias bibliográficas:
Libro ‘Stiglitz
en Colombia, reflexiones sobre sus planteamientos’. Editorial intermedio. Página 42,
grafico 2.
Página web ‘El espectador’, http://www.elespectador.com/opinion/de-quien-tierra-colombia
página web el espectador. Columna de opinión ‘De quien es la tierra en Colombia’.
Página web ‘Univisión’, http://www.univision.com/noticias/mercados-inmobiliarios/los-10-vecindarios-mas-ricos-de-estados-unidos.
Informe ‘los diez vecindarios más ricos
de estados unidos’.
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