domingo, 21 de febrero de 2016

Cultura, desarrollo y sociedad


Es notorio observar en la historia la sucesión de cambios y alteraciones que ha percibido el hombre como grupo social,  y por ende como individuo, no obstante, podemos hablar de la inconformidad y la diversidad como elementos determinantes que hicieron posible la evolución social a lo largo del tiempo.
Bien se puede hacer un recorrido histórico de los diferentes tipos de organizaciones en los que los hombres se asentaron, siendo estas organizaciones, la base para el desarrollo, teniendo como factor específico pero no único la producción. Mas no es menester de este texto indagar los procesos evolutivos de los que fueron objeto dichas organizaciones, pero se hace útil recordar, que las etapas sociales y por lo tanto los modelos de producción, han experimentado transiciones de largos periodos temporales, en los que no es totalmente probable identificar con certeza, el modelo de producción vigente para dicho periodo. Pasó entonces a tratar desde mi experiencia y opinión el sistema de producción predominante en la sociedad actual, el capitalismo.
El capitalismo ha sido la cura a diversos males que han aquejado a la humanidad, pero de la misma manera, ha sido una enfermedad prominente, un conjunto de problemas, algunos dirían, más grandes que las soluciones de las que nos provee. Bien se puede decir, que el capitalismo ha calado hondo en la vida de gran parte de los individuos, tanto así, que cuando se escucha hablar de un sistema diferente de sociedad, tan solo se lo logra concebir en el plano teórico, en donde queda relegado al olvido, como un cuadro viejo, empolvado en la pared. Hay entonces, un peligro latente cuando se creé que el modo de producción es único, cuando no se percibe la posibilidad de injertar variaciones, y por qué no, realizar cambios absolutos al modelo vigente.
El capitalismo va ligado a una condición considerable, casi se diría indispensable a la hora de desarrollarse en su plenitud, esta es una política estable, fundamentada en los cimientos de una democracia sólida, como medio para alcanzar los fines deseados. La acumulación de capital sin restricciones determinantes, como bien podrían haber sido la nobleza en el feudalismo o la religión en el esclavismo, ha sido posible gracias al desarrollo de la democracia, al hecho de poder asegurar y dar fe de que todos los individuos son cosmopolitas e iguales. No obstante, lo que a grandes rasgos parece ser una virtud, puede convertirse en un lastre, al ser mirado con más cercanía, pues es aquí cuando la existencia de la democracia formal y de paso el sistema capitalista son derribados de bruces, por ejemplo, al leer al filósofo colombiano Estanislao Zuleta afirmando: “de nada sirve el derecho al voto a una persona cuando no sabe leer”. Son este tipo de detalles los que consiguen poner en tela de juicio la validez del prominente sistema capitalista, y de paso hacen temblar la aplicación práctica del concepto democracia.
Mas no ha sido en vano, la difusión de píldoras de la esperanza, repartidas por gobiernos tan relevantes como Estados Unidos, Inglaterra o el surgente Brasil, con las que busca convencer al individuo del siglo XXI que habita en la tierra del prodigio, en el país de las maravillas, donde basta con tirar unas cuantas semillas por encima del hombro y los frutos surgirán como mana llovido del cielo. Es entonces mayoritariamente aceptado la fórmula del ‘estudia duro y trabaja fuerte, para llegar a la cúspide’, a esa montaña de dinero, fama y poder que espera para ser colonizada, por cualquier hijo de vecino perseverante. Y es que, aquellos deseos llamados erróneamente necesidades, son alimentados desde que poseemos una temprana edad; vallas de publicidad que exhiben fotografías de autos de lujo, propagandas en los que conceptos tan personales como la felicidad y el éxito van ligados a una marca de ropa y hasta una máquina de afeitar, y la creciente y considerable presión en masa que ejercemos los individuos unos sobre otros, como moscas atrapadas en la miel, una miel que no es del todo dulce, del todo gratificante, una miel que nos brinda una plenitud pasajera pero pocas veces perdurable. Es entonces, cuando podemos ver filas y más filas de hombres, jóvenes y mujeres esperando afuera de las grandes tiendas, con la expectativa de ser uno de los primeros ciudadanos en poseer el ultimó celular, de saborear la primera hamburguesa doble queso, en el restaurante de cadena que abrió en la ciudad, los primeros en llevar en la muñeca un rolex, los primeros en  lucir nuevo coche, nueva casa, nueva mascota, nuevos clichés, los primeros en cambiar lo que alguna vez fue, una vida de carne y hueso por una de plástico, y habría quien dijera de cadenas. Es entonces, una problemática más que evidente, la masificación del individuo, la creación de una cultura global, en donde conceptos propios y tradiciones son dejados a un lado, en favor de comportamientos masivos, en vidas fabricadas en serie.
Hay que poner sin embargo, en evidencia que el punto anteriormente mencionado, no es el único bache del vigente sistema capitalista ni mucho menos, de ser este el caso sería poco probable encontrar un mejor modelo de desarrollo, que superara al actual, pero no lo es.  ‘De nada sirven los derechos sino tenemos posibilidades’ decía Carlos Marx, y es que, no se trata de una consecuencia menor,  la diferencia notoria entre  las calidades de vida, al comparar un habitante de las favelas en Brasil, o  del barrio Santo domingo sabio en Medellín con residentes del vecindario de North beach en Florida. Son este tipo de desigualdades en lo que respecta a la acumulación de capital lo que hace que un individuo sea igual a nivel constitucional, pero nunca a nivel práctico. No es posible tampoco, considerar virtud del capitalismo, al hecho de que la media del índice de desarrollo humano de América latina con respecto a los países industrializados se halla mantenido en una brecha prácticamente igual desde el año de mil novecientos setenta y cinco, hasta el año dos mil, a sabiendas de que un bajo índice de desarrollo humano conlleva a unos bajos niveles de educación, salubridad, y altos niveles de inseguridad, entre otras variables de peso. Mucho menos placentero es escuchar, (cuando no se hace parte de esa pequeña franja), que el cuarenta y uno por ciento de los ciento trece millones de hectáreas colombianas de uso agrícola, son propiedad de un cero punto cuatro por ciento de propietarios. Cabe entonces, preguntarse si el país de las maravillas que nos dibuja el capitalismo, es una realidad o nada menos y nada más que una simple y llana fantasía, con esto no pretendo refutar la validez de los sueños de aquellas personas que trabajan diariamente, con la esperanza de formar parte de la pequeña franja privilegiada, pero, deseo poner en tela de juicio y asegurar que es posible que la canción no suene para todos y que algunos se queden, o nos quedemos, mirando con asombro como la cajita sorpresa venia vacía desde un comienzo.
Sin embargo, no afirmo que todo lo que suene a liberalismo es vil, y tampoco que todo Marxista vale su peso en oro, por el contrario, voy a tratar de dar unas cuantas luces básicas con respecto al valor positivo del capitalismo actual, resaltando sus virtudes y capacidades. Hablemos entonces en términos adaptativos, pues es válido precisar si un personaje de la talla de Warren Buffet o George Soros, merezca la misma renta que constituye la media poblacional, pues de ser este el caso, sería interesante observar si nuevas capacidades fueran potenciadas y llevadas a niveles extraordinarios, sería entonces, sugestivo detallar, si el número de emprendedores permanecería constante, si el número de empresarios proveedores de bienes y servicios se mantuviera en la misma cantidad. Y la respuesta muy probablemente sería no, pues es en este punto, donde es posible resaltar la virtud del capitalismo, que permite recompensar a aquellos individuos que mejor se adapten al sistema y que logren situar sus habilidades al servicio de los demás (no siempre), con la consecuencia frecuente de una acumulación de capital. Pues de otro modo, qué incentivo existiría para que un individuo llevara a cabo el proyecto de formar una empresa, o para que instituyera una nueva marca multinacional. En términos económicos, el costo de oportunidad seria mayor en el caso de que nuestro individuo decidiera inquietarse para realizar su proyecto, por lo cual preferiría quedarse en casa, mirando la telenovela del día, o escuchando la radio, mientras espera el subsidio mensual de manutención estatal. Al punto que quiero llegar, es al de afirmar, que carecería casi por completo de sentido alterarse por propósito alguno, sino existe recompensa alguna al final del camino. Viéndolo desde esta óptica, puedo establecer este razonamiento como punto clave y virtud sobresaliente del sistema capitalista actual.
Y es de la misma manera, el sistema capitalista quién provee de una relativa estabilidad al régimen político estatal, pues permite, al estar cohesionado a la democracia, una serie de libertades y derechos individuales que brinden la posibilidad de desarrollo de los individuos. Pues no es en balde, recordar los fallos anteriores de modelos alternos como el socialismo en la Unión soviética o Cuba, además de las incipientes reformas venezolanas, orientadas hacia la creación de un estado populista, que terminan siendo un fracaso parcial, cuando no rotundo. Esto demuestra, que aquellos modelos alternativos de desarrollo no han sido de utilidad, al ser llevados de la teoría a la práctica.
Es por esto y por diversas razones más (que probablemente por desconocimiento no incluyo), que finalizo este texto diciendo que, si bien el sistema capitalista se ve ante grandes retos para llegar a ser completo e impecable, es el mejor sistema imperfecto de acuerdo a nuestras falencias. No obstante, de la misma manera como las leyes físicas de Newton fueron sobrepasadas por las de Einstein, llegará un día en el que el sistema actual sea sobrepasado por una nueva propuesta de desarrollo integra, que brinde frescura país, y por qué no, al mundo, aprovisionando de múltiples beneficios a sus habitantes. No obstante, por ahora, me atrevo a afirmar que el capitalismo es el modelo mejor adaptado a las necesidades humanas reales, a sus deseos y a los recursos escasos de los que dispone.
















Referencias bibliográficas:

Libro ‘Stiglitz en Colombia, reflexiones sobre sus planteamientos’. Editorial intermedio. Página 42, grafico 2.
Página web ‘El espectador’, http://www.elespectador.com/opinion/de-quien-tierra-colombia página web el espectador. Columna de opinión ‘De quien es la tierra en Colombia’.

 Página web ‘Univisión’, http://www.univision.com/noticias/mercados-inmobiliarios/los-10-vecindarios-mas-ricos-de-estados-unidos. Informe ‘los diez vecindarios más ricos de estados unidos’.

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