Julián Andrés Palacios
Muchos
años después de la defunción de Gabo, Colombia había de recordar aquel remoto
día en que su nobel dio vida a macondo.
Entre
página y página pocas veces se ha visto tal obra que enaltezca la cultura
latinoamericana como lo ha hecho cien años de soledad. Tal epifanía solo podía
surgir de la pequeña grandeza de un pueblito de nombre Aracataca y de la mente
de un bigotudo bonachón llamado Gabriel José de la Concordia García Márquez.
Perteneciente
al género del realismo mágico, su obra marca el débil paralelismo y una más
cercana intersección entre mundos no ajenos a nuestros abuelos y sus padres,
que en interminables historias retratan de forma verosímil, su realidad y
cosmovisión macondiana; un árbol genealógico extenso y con una antología
familiar de raíz a copa. En este caso particular hay que referirse a la familia Buendía, que a través de generaciones
nos narra su crónica desde mediados del siglo XIX hasta los albores del siglo
XX, recalcando hechos tales como la contienda azul-roja y las aventuras gringas
del guineo, que envuelven la trama principal de la estirpe condenada a la
soledad.
Como
si una cúpula cubriese al hombre, el
mundo reciente y carente de nombres fue fundado por José Arcadio Buendía y
Úrsula Iguarán, acompañados por los que habrían de residir en casas de barro. Estos
dos no sabrían lo que les depararía el laso de sangre que entrelaza el destino
eterno para sus descendientes; así nacen las aspiraciones y el profundo anhelo
de ver al macondo refulgente y gélido.
Lejos
de tratarse de una novela lúgubre, el texto no reconoce género tradicional y en
la bella amalgama que esculpe, es posible vislumbrar multiplicidad de
situaciones que van desde el amor hasta la guerra partidista. Sin duda un bello
busto esculpido a cincel, de las costumbres que proclaman a la que se considera
la novela de Latinoamérica por antonomasia.
Teniendo
la novela una base ficticia y real, la obra de García Márquez no ha estado
ausente de críticas sobre lo fidedignos de sus datos históricos, refiriendo
claramente el ya conocido caso del 6 de diciembre de 1928 “la masacre de las
bananeras”. Donde los trabajadores sindicalizados de la United Fruit Company
durante una huelga en la que buscaban mejores condiciones laborales, fueron
fusilados por el ejército colombiano bajo orden del gobierno de Miguel Abadía
Méndez. El número de muertos nunca fue esclarecido y Gabo da una cuantiosa cifra
de 3.408 muertos. Entre las diversas fuentes destacan la del reconocido abogado
y político colombiano Jorge Eliecer Gaitán, quien en 1929 fue el encargado de
investigar los sucesos entorno la huelga de la United Fruit; el huelguista
Alberto Castrillón y el general Carlos Cortés Vargas acusado del incidente. A pesar de la desconocida cifra, los
acontecimientos narrados en la novela mantienen una considerable paridad con el
informe de Gaitán, pero como referencia el abogado Eduardo Posada Carbó, la
masacre ficticia no representa de manera fiel la masacre histórica, ya que
existe una discriminación de las fuentes, por ello la novela no debe usarse
como fuente histórica.
García
Márquez nos quiere exponer una de las tantas versiones existentes, no intenta
ser un reflejo histórico, sino más bien una interpretación basada en las
experiencias de los huelguistas, convirtiendo el hecho ficticio en una propia
faceta de la realidad. Un hecho que pretendía ser borrado y olvidado pero que
en su literatura perpetúa la propia historia de nuestro país, dentro de su
hipérbole totalmente perteneciente a ese género llamado el realismo mágico.
¿Por
qué García Márquez es una cara de la misma moneda que representa esta novela?
Pues bien, el extenso compendio de leyendas, chistes, dichos y hechos históricos
y antropológicos presentes en el texto, son la propia vivencia de nuestro autor
en su juventud en el atlántico colombiano; grabados y expuestos bajo su
dedicación temprana al periodismo. La memoria y la tradición oral plasmada en
una narración es la esencia de esta obra, rompiendo los paradigmas de la
literatura trascendental, mirando más al pasado cuando la novela era una
narración más amena que pretendía entretener a sus lectores. Por ello esta obra
es tan determinante y representativa, pues supuso un cambio en la literatura
mundial, un regreso a la búsqueda de sus fuentes.
Poco
hay que decir y mucho sentir de la llama que encendió el cordón del “Boom” que
trascendió fronteras enamorando a todo el que tocó su onda. Sin duda un libro
para los amantes de las buenas historias y para los de la historia misma, pues
cien años de soledad no solo esconde en su interior la cultura de nuestra
tierra, sino de una realidad agridulce marcada por nuestra propia necedad y el
infortunio que de ello deviene. dicha profundidad literaria tras bastidores,
acompaña a los actores de tan aclamada fabula, son los rostros cotidianos de la
incipiente urbe rural, los rostros de nuestros antepasados y el rostro de una
Colombia donde no es difícil soñar, pues esta tierra es un sueño.
Referencias bibliográficas
García,
G. (2007). Cien años de soledad.
Colombia: Alfaguara
Eduardo,
P. (1998). La novela como historia. Cien
años de soledad y las bananeras. Boletín cultural y bibliográfico, Banco de
la República. Recuperado de https://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/view/1569/1623
Un gran tema que nos relatas, ya que esta novela ha cautivado a millones de lectores con un poco de fantasía pero al mismo tiempo de grandes realidades, en las que se encuentran historias trágicas de violencia de nuestro país como el que planteas en tu texto, pero también relatos de esperanza y alegría. Sin duda alguna Gabriel Garcia Marquez logro que nuestro país y américa latina se diera a conocer mas en el mundo literario.
ResponderBorrar