martes, 4 de abril de 2017

Cien años de soledad y la novela como historia

       Julián Andrés Palacios
Muchos años después de la defunción de Gabo, Colombia había de recordar aquel remoto día en que su nobel dio vida a macondo.
Entre página y página pocas veces se ha visto tal obra que enaltezca la cultura latinoamericana como lo ha hecho cien años de soledad. Tal epifanía solo podía surgir de la pequeña grandeza de un pueblito de nombre Aracataca y de la mente de un bigotudo bonachón llamado Gabriel José de la Concordia García Márquez.
Perteneciente al género del realismo mágico, su obra marca el débil paralelismo y una más cercana intersección entre mundos no ajenos a nuestros abuelos y sus padres, que en interminables historias retratan de forma verosímil, su realidad y cosmovisión macondiana; un árbol genealógico extenso y con una antología familiar de raíz a copa. En este caso particular hay que referirse a la  familia Buendía, que a través de generaciones nos narra su crónica desde mediados del siglo XIX hasta los albores del siglo XX, recalcando hechos tales como la contienda azul-roja y las aventuras gringas del guineo, que envuelven la trama principal de la estirpe condenada a la soledad.
Como si una cúpula cubriese al hombre,  el mundo reciente y carente de nombres fue fundado por José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, acompañados por los que habrían de residir en casas de barro. Estos dos no sabrían lo que les depararía el laso de sangre que entrelaza el destino eterno para sus descendientes; así nacen las aspiraciones y el profundo anhelo de ver al macondo refulgente y gélido.
Lejos de tratarse de una novela lúgubre, el texto no reconoce género tradicional y en la bella amalgama que esculpe, es posible vislumbrar multiplicidad de situaciones que van desde el amor hasta la guerra partidista. Sin duda un bello busto esculpido a cincel, de las costumbres que proclaman a la que se considera la novela de Latinoamérica por antonomasia.
Teniendo la novela una base ficticia y real, la obra de García Márquez no ha estado ausente de críticas sobre lo fidedignos de sus datos históricos, refiriendo claramente el ya conocido caso del 6 de diciembre de 1928 “la masacre de las bananeras”. Donde los trabajadores sindicalizados de la United Fruit Company durante una huelga en la que buscaban mejores condiciones laborales, fueron fusilados por el ejército colombiano bajo orden del gobierno de Miguel Abadía Méndez. El número de muertos nunca fue esclarecido y Gabo da una cuantiosa cifra de 3.408 muertos. Entre las diversas fuentes destacan la del reconocido abogado y político colombiano Jorge Eliecer Gaitán, quien en 1929 fue el encargado de investigar los sucesos entorno la huelga de la United Fruit; el huelguista Alberto Castrillón y el general Carlos Cortés Vargas acusado del incidente.  A pesar de la desconocida cifra, los acontecimientos narrados en la novela mantienen una considerable paridad con el informe de Gaitán, pero como referencia el abogado Eduardo Posada Carbó, la masacre ficticia no representa de manera fiel la masacre histórica, ya que existe una discriminación de las fuentes, por ello la novela no debe usarse como fuente histórica.
García Márquez nos quiere exponer una de las tantas versiones existentes, no intenta ser un reflejo histórico, sino más bien una interpretación basada en las experiencias de los huelguistas, convirtiendo el hecho ficticio en una propia faceta de la realidad. Un hecho que pretendía ser borrado y olvidado pero que en su literatura perpetúa la propia historia de nuestro país, dentro de su hipérbole totalmente perteneciente a ese género llamado el realismo mágico.
¿Por qué García Márquez es una cara de la misma moneda que representa esta novela? Pues bien, el extenso compendio de leyendas, chistes, dichos y hechos históricos y antropológicos presentes en el texto, son la propia vivencia de nuestro autor en su juventud en el atlántico colombiano; grabados y expuestos bajo su dedicación temprana al periodismo. La memoria y la tradición oral plasmada en una narración es la esencia de esta obra, rompiendo los paradigmas de la literatura trascendental, mirando más al pasado cuando la novela era una narración más amena que pretendía entretener a sus lectores. Por ello esta obra es tan determinante y representativa, pues supuso un cambio en la literatura mundial, un regreso a la búsqueda de sus fuentes.
Poco hay que decir y mucho sentir de la llama que encendió el cordón del “Boom” que trascendió fronteras enamorando a todo el que tocó su onda. Sin duda un libro para los amantes de las buenas historias y para los de la historia misma, pues cien años de soledad no solo esconde en su interior la cultura de nuestra tierra, sino de una realidad agridulce marcada por nuestra propia necedad y el infortunio que de ello deviene. dicha profundidad literaria tras bastidores, acompaña a los actores de tan aclamada fabula, son los rostros cotidianos de la incipiente urbe rural, los rostros de nuestros antepasados y el rostro de una Colombia donde no es difícil soñar, pues esta tierra es un sueño.
Referencias bibliográficas
García, G. (2007). Cien años de soledad. Colombia: Alfaguara
Eduardo, P. (1998). La novela como historia. Cien años de soledad y las bananeras. Boletín cultural y bibliográfico, Banco de la República. Recuperado de https://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/view/1569/1623




1 comentario:

  1. Un gran tema que nos relatas, ya que esta novela ha cautivado a millones de lectores con un poco de fantasía pero al mismo tiempo de grandes realidades, en las que se encuentran historias trágicas de violencia de nuestro país como el que planteas en tu texto, pero también relatos de esperanza y alegría. Sin duda alguna Gabriel Garcia Marquez logro que nuestro país y américa latina se diera a conocer mas en el mundo literario.

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