La creación de las instituciones represoras en el industrialismo
y el fortalecimiento de las ya existentes (en especial la iglesia católica,
refiriéndome a occidente) han sido un método eficaz para la cosificación del
humano a la máxima expresión. Si bien el hombre en el esclavismo fue
considerado un objeto, en el industrialismo se cataliza esta situación con las
instituciones donde se concentra a individuos para trabajar la premisa de
humanos maleables y transformables.
En la actualidad hay vestigios amplios de esas
instituciones que perpetúan el acotamiento de límites y direccionamiento del
pensamiento y el actuar de las personas de forma sistemática. Todo está
diseñado para guiar y moldear al humano bajo intereses de distinta índole: las
propagandas televisivas, la radio, la publicidad en internet, el sistema
educativo, las sectas religiosas. Todo desea acondicionar de forma sistemática
el comportamiento del humano, tratando de homogeneizar su comportamiento con el
objetivo de ejercer un control más eficiente y profundo sobre la masa
homogénea.
Cuando está preparada la masa se trabaja sobre ella de
forma más fácil, dándole la forma que se desee. La masa también hace las veces
de un rebaño de ovejas pues se les guía hacia donde se desea sin escuchar
rechistar alguno, o si se escucha se toman las medidas pertinentes para
retornar la calma del silencio. Humanos-cosas que compran y pueden ser comprados,
humanos solitarios que alardean de su independencia de responsabilidades con
familias pero que ignora su dependencia del sistema de consumo.
Lo que no se acople
a la masa o al rebaño tiene zonas para disidentes: la cárcel, o un pedacito de
lote en un cementerio, cuando son encontrados los cuerpos inertes. Los que no
tienen acceso a obtener un poder adquisitivo que contribuya a la circulación
del mercado se verán marginados a las periferias de la ciudad o al campo
confinados en lugares indignos para un ser humano. Esto gracias a las
instituciones de represión y homogeneidad han hecho su trabajo
satisfactoriamente, pues en el proceso de moldeo se imprime en cada individuo
el sello del egoísmo, sello que se revela en la mirada desdeñosa del sujeto que
va en un vehículo particular propulsado por motor hacia el conductor de una
carreterilla de tracción animal.
Nos hemos vuelto cosas inertes que hacemos con gran
esfuerzo el gesto de pensar por sí mismo, pues nuestros criterios son netamente
influenciados. La gran mayoría de
personas pensamos, actuamos, deseamos de idéntica forma, es como ver la actitud
de un ejército de fuerzas armadas, o la marcha de un escuadrón de soldados de
madera.
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