Para entender nuestro
presente es importante dar, de vez en cuando, una corta pero sustancial vista
al pasado, enfocarnos en el porqué del cambio (muchas veces radical) que
caracteriza a una generación y la distingue de otra, centrar nuestra atención
en la ola de sucesos que fomentaron el cambio de una generación a otra y las
personas que dieron su vida por un verdadero cambio social, para que no queden
en el olvido y su mensaje sea transmitido a la posteridad. Aunque vemos el cambio
muchas veces como algo bueno, es innegable el hecho de que gran parte de la
población mundial le teme, no porque el cambio sea malo en sí, sino porque le
tenemos miedo a lo desconocido, nos encerramos tanto en nuestra pequeña burbuja
invisible de la realidad que inconscientemente repetimos y repetimos nuestros hábitos
cotidianos, lo que muchas veces incide en una malinterpretación de las
enseñanzas de nuestros antepasados y nos internamos en el llamado “radicalismo”,
lo que en un principio era bueno lo convertimos nuevamente en algo nocivo para
la sociedad y es que, dada la naturaleza del ser humano, con su arraigado
instinto de anarquía y salvajismo, frecuentemente no se encuentra preparado
para una reestructuración de su realidad y recurre a continuar con sus
malintencionados actos pero con la fiel creencia de que ahora está haciendo el
bien porque ha pasado al “bando contrario”.
Con las actuales
revoluciones del siglo XXI sobresale claramente este fenómeno, entre las filas
de los que realmente desean una igualdad de derechos ante los que los
consideran como diferentes e inferiores, encontramos personas que no luchan por
una sociedad igualitaria sino, por el contrario, exigen fervorosamente un
cambio de papeles, donde la sociedad sea igual de injusta pero con ellos a la
cabeza de las operaciones del poder, nuevamente con la errónea idea de
confundir venganza con justicia al creer que las aberraciones de las
generaciones pasadas recaen en su descendencia, victimizándose, infundiendo la
idea de que el sometimiento del ser humano por el ser humano está arraigada en
su naturaleza.
Los cambios son importantes
y necesarios, pero desde que decidimos fragmentarlos, centrándonos en las
diferencias naturales del ser humano, la humanidad se divide igualmente, defendemos
el respeto y la igualdad enfocándonos precisamente en las desigualdades del ser
humano, pues no se lucha como si fuésemos uno solo, totalmente iguales, sino
por el contrario, dividimos la lucha en raza, sexo, religión, etc., lo que me
lleva a pensar si en verdad es posible encontrar tal igualdad, no porque este
derecho no deba primar en nuestra sociedad injusta e inequitativa sino porque el
ser humano no es igual a su semejante e inconscientemente estamos aceptando
tales desigualdades al unificarnos en grupos, dividir la lucha y exigir
derechos para un determinado grupo y no para la humanidad en general.
Sebastián Benítez C.
Código: 104416010690
Buenas tardes.
ResponderBorrarCuando plateas que debemos exigir derechos solo para un tipo de personas y no para otras, mi opinión es que sin importar las condiciones de las personas y quien sea se debería luchar por los derechos de toda una sociedad, ya que al dividirnos es donde se empieza a crear un rencor y esto es parte del generador de una venganza de la cual tu plateas.
Buenas tardes.
ResponderBorrarCuando plateas que debemos exigir derechos solo para un tipo de personas y no para otras, mi opinión es que sin importar las condiciones de las personas y quien sea se debería luchar por los derechos de toda una sociedad, ya que al dividirnos es donde se empieza a crear un rencor y esto es parte del generador de una venganza de la cual tu plateas.