martes, 19 de abril de 2016

NUESTRAS OLAS


“Si Eva hubiera escrito el Génesis, ¿cómo sería la primera noche de amor del género humano? Eva hubiera empezado por aclarar que ella no nació de ninguna costilla, ni conoció a ninguna serpiente, ni ofreció manzanas a nadie, y que Dios nunca le dijo que parirás con dolor y tu marido te dominará. Que todas esas historias son puras mentiras que Adán contó a la prensa”
                                                                                                  –Eduardo Galeano

Empezamos nuestra primera ola con alguna semejanza de hoy en día, nuestra gran importancia en el hogar; desde la era primitiva nuestra actividad laboral ha girado en torno a ésta, cabe decir que teníamos igualdad de acceso en decisiones que se tomaban alrededor de una tribu, clan o gen.
Y así continuamos, pasamos por mujeres de la Biblia, Lilith, Eva, Dalila, Salomé; luego la mitología, obras de teatro, poemas sobre Pandora, Afrodita, Olimpia de Epiro; y apareció también la mujer en lo terrenal como Cleopatra (nombro a estas por ser mujeres con más trascendencia). Siempre ha existido el sigilo de los sexos, y cada uno por ende con su círculo independientemente. El masculino obviamente ha tenido más categorización y prioridad a nivel potencial, global, metafísico, político y de cualquier dimensión que uno lo vea, por el contrario el ambiente femenino siempre ha estado sujeto a la opresión, a lo inminente, a lo exigente y lo que más da impacto es el hecho de que haya una conexión hacía lo permanente, hacia la obligación de ser persistente a diversos factores que tiene que enfrentar una mujer desde tiempos antiguos y que lo más probable es que vayan en contra de sus principios, de su querer…de sus sueños.

Pasaron los siglos y se concentraba aún más la labranza de la fémina en  la casa, y al respecto pienso que fue paralelo al sistema de masificación…pero femenino y sin máquinas, nos formamos con concepción a ser y tener todo lo que un hombre necesita para el resto de su vida, nos formamos en las escuelas (la mayoría de monjas) donde nos enseñaban a bordar, a jugar con bebés-dándonos tips para  la maternidad (desde chiquitas)-a cocinar-de mentira- porque claro está, les tocará toda la vida hacerlo (no me incluyo) y un sinfín de pilares para lograr finalmente sacar a la sociedad un producto ya afianzado y domesticado para crianza, la cocina y la limpieza de su futura morada…pero felizmente como en toda ¨fábrica¨ hay algunos productos que salen con defectos, y es ahí donde salen nuestras voces, en la Revolución industrial, esa segunda ola en la que damos un giro de 180 grados; porque antes de aquello, éramos consideradas como  niños, incapaces de contribuir políticamente. Al pasar de una sociedad agrícola a una industrializada, algunas pocas mujeres lograron un trabajo, pero siendo explotadas y a causa de las controversias, cansancio, desigualdad y denigración de género, se dio la primera manifestación por parte de las mujeres en 1848 en Estados Unidos y el gran salvavidas para muchas hoy en día…el feminismo! Y en 1970 se vieron los resultados, como por ejemplo que había mayor porcentaje de mujeres con educación, mejor salario (aún no el verdaderamente justo), se dio un retroceso al matrimonio, no sólo como opción de vida, sino como opción económica; nos dieron derechos con los que gozamos en la actualidad.
Claro está que hay muchísimos más y más avances que lograron las luchadoras ante un sistema de absoluto patriarcado, y es por eso  que hoy sin extenderme más, estamos transformando el mundo, logrando estar en una tercera ola o más bien, mantenernos en ella, porque no sólo es ciencia y tecnología, es transformar la educación que nos rige, para poder tener seres humanos respetando a más seres humanos (sin importar género, raza, religión, etnia), una educación donde se enseñe a respetar a una mujer en vez de enseñar a ésta misma, como  defenderse en caso de que algún individuo la denigre o vaya en contra de su voluntad, una educación más evolutiva, donde nos enseñe a una equidad de género en todos los aspectos de la vida cotidiana y finalmente, una educación donde tanto el círculo masculino como el femenino sea más unido que separado.


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