jueves, 23 de febrero de 2017

Una nueva ola, Cuestión de la generación de condiciones[1]


Por Jesús Alejandro Salazar Alava

Para entender la realidad de la sociedad no es necesario remontarnos a los libros de los más brillantes académicos o de las grandes compañías literarias, ni mucho menos es necesario encender el televisor todos los días a las 12:30pm para ser bombardeados por noticias sobre hechos de violencia y muerte, simplemente es necesario asomarnos a la ventana y ver la desigualdad social, la indiferencia y la injusticia reinantes en nuestras ciudades para entender que la cruel realidad la encontramos frente a nuestras casas o al voltear la esquina. 
Colombia es el vivo ejemplo de una sociedad descompuesta por un Estado corrupto, con una abismal diferencia socio-económica entre clase y clase y con un sistema económico que genera diferencias sociales a un ritmo desenfrenado. No necesitamos ir más allá de nuestros pueblos y ciudades para encontrarnos con familias que poseen bienes de sobra, con una riqueza monetaria incalculable y dominando el poder de una estructura Estatal al servicio de sus propios intereses; y de manera paralela, cerca de los anteriormente mencionados,  ver familias en condiciones de vida paupérrima, sin posibilidad de cubrir las necesidades más básicas de los seres humanos, una vivienda digna, una alimentación diaria, educación y empleo de calidad y ni qué pensar de la posibilidad de amasar fortuna.
La realidad, aunque dolorosa, es una constante que se reproduce en el campo y en los centros urbanos. Aquellos que han sido condenados a la exclusión social, política, económica y hasta cultural, no poseen más que su fuerza de trabajo para buscar ganarse el pan diario para sí mismo y sus familias.
Basados en las condiciones del pueblo de mi país, pensar que una nueva ola sea el resultado de vencer la desesperanza, resulta hasta ilusorio en una sociedad como la colombiana,  donde una clase a diario debe levantarse con la mejor actitud para intentar ganar algo de comida y unas horas más de vida, un país considerado hasta el “más feliz del mundo” por la calidad de su gente y no por la realidad de sus vidas, hace muchos años hubiese originado una ola de transformaciones sociales desatada por la actitud positiva de sus habitantes. Pero la realidad nos muestra que un sinfín de transformaciones sociales las viene generando la clase dominante, que ejerce el poder desde unas estructuras a las que muy pocos entran pero desde las cuales se define la vida de la inmensa mayoría.  Transformaciones sociales en la vida política, económica y cultural, producidas a través de la incesante fabricación de tecnologías, surgimiento de leyes y  decretos para controlar y restringir la vida, formas de pensar y de actuar impuestas desde los aparatos ideológicos como los medios de comunicación serviles a sus políticas o desde diferentes religiones que controlan grandes masas e incluso desde escuelas y universidades creadas para replicar y sostener su modelo económico.
Frente a la agresiva arremetida de una clase que oprime y legisla para su favor, una parte del pueblo colombiano, pequeña en comparación al número total de la población, viene resistiendo desde diversas formas organizativas y en diferentes campos de la lucha política, económica, ideológica e incluso militar. Resistencias, lamentablemente fragmentadas por las diferencias en la acción y la forma de pensar y por la intervención de aquellos que ven en la unión de esas fuerzas de resistencia la posibilidad de poner a tambalear su sistema creado para dominar.
Pero además de esta realidad, hay una verdad que poco se cuenta,   que a pesar del poder de la clase que gobierna y domina, esas pequeñas resistencias se vienen juntando y empoderando, muestra de ello son las constantes movilizaciones que se dan en campos y ciudades, protestas pacíficas y violentas por derechos negados, por incumplimientos estatales, por vida digna, pero sobre todo por la generación de condiciones para una transformación social real, en beneficio de los excluidos, de las familias que no poseen nada y de aquellos que sólo tienen su fuerza de trabajo para sobrevivir. Es decir, una transformación social para los intereses de la clase que a hoy es la dominada.
Todo este recuento de la realidad colombiana es con el fin de demostrar que en la constante lucha de clases, el optimismo no ha sido el factor determinante para la transformación social, un aliciente para continuar sí, pero no el motor de esa transformación. Así como para pasar de la comunidad primitiva al esclavismo fue necesario descubrir la agricultura y con ello la posibilidad de generar de un excedente y de apropiarse de este excedente de producción y con el uso de la violencia como medio coercitivo, le permitió tener control sobre los demás a un pequeño grupo. Y así, por distintos medios, pasar de esclavismo a feudalismo y de éste al capitalismo, se generarán las condiciones para superar esta ola, capitalista o de industrialización, pero al fin de cuentas de relación de clase dominante y dominada. Condiciones generadas por la organización de las bases sociales excluidas, por la creación de propuestas alternativas de poder, por la llegada de estas propuestas a las esferas de gobierno y por la construcción de un modelo económico imperante en beneficio de las mayorías, pero todo esto atravesado por el uso de la violencia como agente transformador de sociedades. Agente usado para pasar de una ola a otra, o de un sistema de producción a otro.





[1] TOFFLER, Alvin. “La tercera ola”. Plaza & Janes. S.A. Editores. 1980 

2 comentarios:

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  2. Considero que el tema expuesto es fundamental para entender el devenir socio-político de Colombia, sin embargo me parece que el titulo del mismo es un poco ambiguo, pues no especificas a que condiciones te refieres. De igual forma al hablar sobre Resistencias, te quedas limitado al momento de ejemplificar tales manifestaciones.

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