Por Jesús Alejandro Salazar Alava
Para entender la realidad de la sociedad no es
necesario remontarnos a los libros de los más brillantes académicos o de las
grandes compañías literarias, ni mucho menos es necesario encender el televisor
todos los días a las 12:30pm para ser bombardeados por noticias sobre hechos de
violencia y muerte, simplemente es necesario asomarnos a la ventana y ver la
desigualdad social, la indiferencia y la injusticia reinantes en nuestras
ciudades para entender que la cruel realidad la encontramos frente a nuestras
casas o al voltear la esquina.
Colombia es el vivo ejemplo de una sociedad
descompuesta por un Estado corrupto, con una abismal diferencia socio-económica
entre clase y clase y con un sistema económico que genera diferencias sociales
a un ritmo desenfrenado. No necesitamos ir más allá de nuestros pueblos y
ciudades para encontrarnos con familias que poseen bienes de sobra, con una
riqueza monetaria incalculable y dominando el poder de una estructura Estatal
al servicio de sus propios intereses; y de manera paralela, cerca de los
anteriormente mencionados, ver familias
en condiciones de vida paupérrima, sin posibilidad de cubrir las necesidades
más básicas de los seres humanos, una vivienda digna, una alimentación diaria,
educación y empleo de calidad y ni qué pensar de la posibilidad de amasar
fortuna.
La realidad, aunque dolorosa, es una constante que se
reproduce en el campo y en los centros urbanos. Aquellos que han sido
condenados a la exclusión social, política, económica y hasta cultural, no
poseen más que su fuerza de trabajo para buscar ganarse el pan diario para sí
mismo y sus familias.
Basados en las condiciones del pueblo de mi país,
pensar que una nueva ola sea el resultado de vencer la desesperanza, resulta
hasta ilusorio en una sociedad como la colombiana, donde una clase a diario debe levantarse con
la mejor actitud para intentar ganar algo de comida y unas horas más de vida,
un país considerado hasta el “más feliz del mundo” por la calidad de su gente y
no por la realidad de sus vidas, hace muchos años hubiese originado una ola de
transformaciones sociales desatada por la actitud positiva de sus habitantes.
Pero la realidad nos muestra que un sinfín de transformaciones sociales las
viene generando la clase dominante, que ejerce el poder desde unas estructuras
a las que muy pocos entran pero desde las cuales se define la vida de la
inmensa mayoría. Transformaciones
sociales en la vida política, económica y cultural, producidas a través de la
incesante fabricación de tecnologías, surgimiento de leyes y decretos para controlar y restringir la vida,
formas de pensar y de actuar impuestas desde los aparatos ideológicos como los
medios de comunicación serviles a sus políticas o desde diferentes religiones
que controlan grandes masas e incluso desde escuelas y universidades creadas
para replicar y sostener su modelo económico.
Frente a la agresiva arremetida de una clase que
oprime y legisla para su favor, una parte del pueblo colombiano, pequeña en
comparación al número total de la población, viene resistiendo desde diversas
formas organizativas y en diferentes campos de la lucha política, económica,
ideológica e incluso militar. Resistencias, lamentablemente fragmentadas por
las diferencias en la acción y la forma de pensar y por la intervención de
aquellos que ven en la unión de esas fuerzas de resistencia la posibilidad de
poner a tambalear su sistema creado para dominar.
Pero además de esta realidad, hay una verdad que poco
se cuenta, que a pesar del poder de la
clase que gobierna y domina, esas pequeñas resistencias se vienen juntando y
empoderando, muestra de ello son las constantes movilizaciones que se dan en
campos y ciudades, protestas pacíficas y violentas por derechos negados, por
incumplimientos estatales, por vida digna, pero sobre todo por la generación de
condiciones para una transformación social real, en beneficio de los excluidos,
de las familias que no poseen nada y de aquellos que sólo tienen su fuerza de
trabajo para sobrevivir. Es decir, una transformación social para los intereses
de la clase que a hoy es la dominada.
Todo este recuento de la realidad colombiana es con el
fin de demostrar que en la constante lucha de clases, el optimismo no ha sido
el factor determinante para la transformación social, un aliciente para
continuar sí, pero no el motor de esa transformación. Así como para pasar de la
comunidad primitiva al esclavismo fue necesario descubrir la agricultura y con
ello la posibilidad de generar de un excedente y de apropiarse de este
excedente de producción y con el uso de la violencia como medio coercitivo, le
permitió tener control sobre los demás a un pequeño grupo. Y así, por distintos
medios, pasar de esclavismo a feudalismo y de éste al capitalismo, se generarán
las condiciones para superar esta ola, capitalista o de industrialización, pero
al fin de cuentas de relación de clase dominante y dominada. Condiciones
generadas por la organización de las bases sociales excluidas, por la creación
de propuestas alternativas de poder, por la llegada de estas propuestas a las
esferas de gobierno y por la construcción de un modelo económico imperante en
beneficio de las mayorías, pero todo esto atravesado por el uso de la violencia
como agente transformador de sociedades. Agente usado para pasar de una ola a
otra, o de un sistema de producción a otro.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarConsidero que el tema expuesto es fundamental para entender el devenir socio-político de Colombia, sin embargo me parece que el titulo del mismo es un poco ambiguo, pues no especificas a que condiciones te refieres. De igual forma al hablar sobre Resistencias, te quedas limitado al momento de ejemplificar tales manifestaciones.
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