lunes, 21 de marzo de 2016

La economía de la escritura, o manual inútil sobre cómo escribir


Nadie puede enseñarle a escribir a nadie, decía el poeta colombiano Jaime Jaramillo Escobar.
Yo, por mi modesta parte, puedo poner mi joven palabra como respaldo a la opinión de tan grato poeta, y es que, no hay manuales para escribir, y si los hay, son una vil estafa, una solución parcial en el mejor de los casos, para que una perorata precaria quede mínimamente estructurada.
Para escribir se necesita leer, pero por encima de leer, se necesitan ganas, ganas de escupir, plasmar, o recrear, según sea el caso, lo que se lleva dentro, ganas de equivocarse, errar, y seguidamente aprender, de mejorar, y de presenciar como esos escupitajos, ingenios o innovaciones se van haciendo más genuinos, pero cuidado, he dicho genuinos, y no mejores, pues soy de la opinión de que un texto es valioso cuando conecta con lo que uno es, cuando alcanza el arte de ser creado con las fibras más íntimas del ser, es aquí, cuando uno se percata de que está escribiendo y no rayando en un papel. Una vez que se adquiere este logro, poco o nada valen las críticas dirigidas al texto de nuestra autoría, pues de antemano se tiene la certeza de que posee valor, de que finalmente se ha escrito.
El deber de un escritor es escribir, el de un crítico es criticar, por eso, cuando el escritor le responde al crítico tan solo se rebaja de nivel’, decía Mario Mendoza, gran escritor colombiano. Yo, en buena parte estoy en acuerdo con este, pues escribir también es despojarse, dejar un trozo de esencia abandonado, con la esperanza o la preocupación quizá, de que alguien vuelva a pasar sus ojos por ese puñado de letras. Pero no todo es dolor ni color de rosa, también existen grises, pues para otros escribir es un proceso complaciente, es liberarse de un pedazo de vida o de memoria, que no era más que peso muerto llevado a cuestas, escribir es entonces una catarsis, una liberación creativa.
Sin embargo, existe otro tipo de escritura, otra clase de texto, en donde el abandono que se hace en el escrito es especial, inalienable, una relación de valor entre creador y creado, es aquí cuando las frases son producidas bilateralmente, y se genera el surgimiento de un vínculo en el que el autor posee al escrito, pero el escrito posee a su vez al autor, esta vez, para siempre, por lo que dure lo que dura una eternidad. El texto es guardado entonces, entre las páginas de algún libro viejo, y es ocultado, con la esperanza de que ningún otro individuo lo lea, ni siquiera lo ojee, pues en el papel ha quedado oculto un trozo de vida, como la flor de una planta, destinada a marchitarse y a defender con extrema reserva, unas cuantas palabras, de gran valor para el escritor.
Escribir tiene diversos significados, que sin duda, no lograría abarcar aunque se me fuera la vida en ello, por el contrario, lo que he tratado, quizá involuntariamente de hacer aquí, es dar unas pinceladas en estima del tan colosal arte que es la escritura.
Recuerde, quién le ofrezca enseñarle a escribir, lo está estafando,  así que tenga cuidado y sea precavido, pues puede que todo lo que le he dicho aquí sea falso.



Jorge Rivadeneira

4 comentarios:

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  4. hola Jorge, cabe resaltar que me encanta tu forma de escribir, tu forma de expresarte es muy poética y es muy agradable entender tus críticas y tus opiniones sin la necesidad de escribir palabras agresivas.

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