martes, 19 de agosto de 2025

EL CAMPESINO INZAEÑO: MEMORIA Y TRADICIÓN

 MAYRA ALEJANDRA MEDINA PECHENÉ

¿Cualquier persona tiene la voluntad y la capacidad para asumir el rol del

campesino?

El campesino inzaeño fuma, bebe, sabe contar historias, pelea por lo que cree

que no es correcto, sostiene cinco hijos o más, siembra frijol, papa, café, yuca, maíz,

plátano, cacao y caña; ordeña 20 vacas desde las 4:00 de la mañana, sabe silbar, le

habla a los perros y ellos le ladran a él, hay uno que lo sigue a todos lados, nunca se

jubila, no tiene seguro social y eso no le quita el sueño, no le afecta la altura, va a

jornalear sin protector solar, reconoce un aguacate maduro sin apretarlo, tiene una uña

larga para pelar mandarinas y naranjas, a ojo sabe cuánto pesa un bulto de café y con

mirar y darle una vuelta sabe cuánto pesa el cerdo, el pollo o la vaca. Puede manejar

hasta seis caballos al mismo tiempo, y se sabe el nombre de los mismos, porta un

machete listo para dar un machetazo, aunque es rara vez lo utiliza, excepto cuando es

necesario despejar el camino, cortar leña y arreglar las matas de yuca, plátano y caña.

Se sabe el nombre de los nietos, tiene la receta casera para ciertas

enfermedades, a veces se le dificulta bailar, pero baila. No le da depresión ya que el

trabajo no se lo permite, se sabe más de 100 groserías y, si no, se las inventa, ha visto

al diablo, tiene un poco de “malicia indígena”, no se quema con el café hirviendo, se

despierta antes de que el gallo cante, hace de todo un poco: cambia las pilas del radio,

arregla las herramientas, hace mantenimientos que se requieran en la casa, pero, de

que resuelve, resuelve. No lo tumba una gripe, camina despreocupado, aunque en su

cabeza abundan preocupaciones e incertidumbres, su teléfono celular es una “flecha”

que casi nunca tiene señal y cuando la tiene casi nunca suena, saluda unas veinte


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veces al día, repite el saludo y se despide tres veces, sus pantalones son dos tallas

más grandes y nunca se le caen, habla duro hasta para contar un secreto, se sabe

atajos para llegar más rápido, trabaja de sol a sol y nunca tiene flojera, sabe cuándo va

a llover y son pocas las veces que falla, sabe espantar la lluvia y los truenos. No le

afecta beber leche o agua sin hervir, ni el alto consumo de café no lo desvela,

reconoce a los muchachos malos y a las malas mujeres, sabe llamar gallinas, baja

naranjas sacudiendo las ramas, disfruta de un agua de limón en los días calurosos y de

postre avena de yuca, un plato de mazamorra, en ocasiones torta de banano, auyama,

mejor dicho cualquier cosa que se les ocurra que se puede hacer con los productos del

campo, espanta males con un escapulario, escucha la radio campesina, no da “likes”,

no sale bonito en las fotos pero tiene un cuadro grande en la sala de su casa donde

sale increíble con su esposa, hijos y nietos, se sabe muchos agüeros, trabalenguas y

chistes

Escucha noticias, cree en las noticias, pero principalmente le interesa saber si el

precio del café subió, sabe para qué sirve la ruda, la sábila y el paico con el que purga

a sus hijos y nietos, el ángel de la guarda nunca lo ha desamparado, le dice ingeniero o

doctor a cualquiera y todos le dicen "Don", no sabe cambiar la llanta de un carro, pero

no se niega a hacerlo, sabe pescar y cazar, no le gusta que le vean la cara en

cuestiones de negocios. La gaseosa se la toma sólo en ocasiones especiales, cerveza

siempre y si está al clima no importa, ve de noche sin necesidad de linterna, no siente

cuando le pican los zancudos, ha comido conejo, armadillo y culebra y todo eso le sabe

a pollo, no sabe cuándo es festivo y tampoco por quién votar en tiempos de elecciones,


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porque todos le han ofrecido mejorar su condición de vida y todos le han quedado mal

en el momento que asumen la alcaldía.

Por último, pero no menos importante resalto el rol de la mujer inzaeña en la

labor del campo, que está muy relacionado con lo que mencione anteriormente, pero va

mucho más allá de lo que la mayoría de las personas se imaginan, pues muchos

tenemos la vaga idea de que la mujer campesina se encarga exclusivamente de las

labores de la casa. Si bien, dichas actividades hacen parte de su diario vivir, eso es

solo una pequeña parte de lo que realmente hacen en el campo. Desde las abuelas

que cosechaban en las huertas sus propias verduras y hortalizas, cuidaban de los

diferentes animales, preparaban el queso, la masa de las arepas el y el pan desde

cero; hasta sus hijas y nietas, que heredaron estás tradiciones, que hoy en día tratan

de seguir presentes a pesar de los desafíos y limitaciones que enfrentan. Lo cierto es

que, para muchos, la mujer “no hace nada o hace muy poco en el campo”, y

desconocen que diariamente, es la primera en levantarse y la última en acostarse,

dejando todo listo para el día siguiente. En tiempos de cosecha de café tiene que

esforzarse el triple para darse abasto con el almuerzo de los trabajadores, y como si no

fuera suficiente hace todo lo posible para colaborar otras actividades como: coger,

abonar, pelar, lavar y secar el café. Por este motivo, que debemos resaltar su dura

labor y tenerla en cuanta en la toma de decisiones que aporten el progreso de la

agricultura.

En fin, gracias a los campesinos y campesinas símbolo de tradición,

conocimiento y perseverancia, que siempre nos demuestran lo que valen, pues sin

ellos la comida se reduce a nada y la vida sería prácticamente imposible.

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