Maycoll Estheban Fernadez Castro
Con este texto quiero dar a reflexionar sobre la historia económica de mi territorio,
Popayán (cauca), a partir de lo aprendido en la asignatura de Historia Económica General.
Teniendo en cuenta el análisis de diferentes fuentes históricas y económicas, quiero dar a
conocer mi indignación frente a las realidades de desigualdad, inseguridad, exclusión y
abandono que han marcado tanto la historia de esta región como mi propio desarrollo personal
al formar parte de ella, y que aún se viven en la actualidad. A través de este texto, buscar dar
voz a las diferentes situaciones que se presentan en mi territorio y evidenciar como estas
huellas aun tienen repercusiones con el presente.
Nací en el año 2007, y desde entonces he vivido la historia de mi territorio no solo a
través de libros y relatos de familiares, sino también desde mi propia experiencia. Todo lo que
he visto en mi ciudad desde que tengo uso de razón me demuestra cómo las desigualdades
afectan todavía la vida cotidiana de los habitantes.
En los últimos años, he sido testigo de cómo la desigualdad, pobreza, desempleo y falta
de oportunidades siguen presentes en mi territorio, afectando la calidad de vida y el avance del
territorio. Aunque Popayán es conocida por su gran riqueza cultural, por sus universidades y
por la Semana Santa, la realidad en muchos de los barrios de esta ciudad es distinta. Desde
pequeño he visto cómo mi barrio Santiago de Cali, más conocido como “El Uvo”, atravesó
diferentes etapas de desarrollo: desde no contar con calles pavimentadas hasta ser señalado
como un lugar peligroso debido a las desigualdades, los conflictos entre grupos y la inseguridad
que aquí se vivía.
Esto conllevó a un atraso en el desarrollo del barrio. Vi cómo muchas familias luchaban
por sobrevivir con medios de informalidad laboral, cómo jóvenes de mi generación, en lugar de
continuar con sus estudios de lleno, muchas veces tienen que salir a trabajar en oficios
informales tan solo para ayudar a su familia.
A medida que fui creciendo, entendí el porqué de la inseguridad y el poco avance en el
sector. Todo esto se debía a la falta de empleo digno y a la exclusión social, que alimentaban
los problemas del barrio. No era que las personas no quisieran progresar, sino que el territorio
no les ofrecía las condiciones necesarias para hacerlo.
Otro aspecto que he vivido es el abandono estatal. Las calles en malas condiciones, la
falta de espacios deportivos y culturales, y la escasa inversión en los barrios populares son la
clara muestra de que la desigualdad se refleja en lo cotidiano. Mientras en el centro de la
ciudad se invierte en obras visibles para los turistas y en mantener la buena imagen de la
ciudad, en sectores como el mío las necesidades básicas seguían siendo una preocupación
diaria, al igual que en muchas otras zonas del Cauca.
A pesar de todo esto, también conocí la capacidad de resistencia de mi territorio. He
visto cómo el barrio Santiago de Cali pasó de ser uno de los barrios más peligrosos de la
ciudad, donde se vivía la inseguridad y la desigualdad día a día, a ser un barrio tranquilo,
donde se avanzó no solo en las vías, en los escenarios deportivos y culturales, sino también en
cómo la comunidad avanzó a ser más unida, más honesta y más respetuosa. Vi cómo las
comunidades se unían para exigir sus derechos, cómo los estudiantes como yo protestan por
una educación más digna y cómo las familias, aun en medio de las dificultades, encuentran
siempre la forma de salir adelante.
Esa resiliencia también hace parte de la historia económica de Popayán, una historia
que no se cuenta en los libros ni en los textos, pero que está presente en cada barrio y en cada
persona que lucha día a día para conseguir una vida digna, no solo en el barrio Santiago de
Cali, ni en Popayán y el Cauca, sino en el resto de nuestro país. Creo plenamente que esta
berraquera y ganas de salir adelante es lo que nos caracteriza como colombianos.
La historia de mi barrio y de mi ciudad me ha demostrado que la desigualdad no es solo
un concepto que se estudia en los libros, sino que es una realidad que se vive día a día en
Colombia. Sin embargo, también aprendí que, a pesar de las dificultades, las comunidades
tienen la capacidad de unirse, resistir y transformar su entorno. La historia del barrio Santiago
De Cali es ejemplo de que, con esfuerzo colectivo, honestidad y unión, es posible superar la
violencia, el abandono y la exclusión social. Este camino de resiliencia refleja la verdadera
fortaleza de Popayán y del Cauca, y nos recuerda que la esperanza y la berraquera son parte
esencial de lo que somos como colombianos.
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