martes, 19 de agosto de 2025

Historia económica de Popayán


El propósito de este ensayo es comprender los cambios en el sistema económico

payanés, resaltando los sistemas económicos y las transformaciones que se dieron en ellos;

por ejemplo, en los materiales utilizados, las formas de intercambio y los hechos históricos que

marcaron un antes y un después en la economía de Popayán a lo largo del tiempo. El análisis

se realiza partiendo del sistema económico precolombino hasta llegar al que se maneja en la

actualidad en la ciudad.

Antes de la llegada de los españoles, quienes habitaban y organizaban estas tierras

eran comunidades indígenas como los Pubes, Yanaconas, Guámbianos (Misak), Coconucos,

Totoroes y pueblos vecinos como los Nasa. Estas comunidades tenían un sistema económico

basado principalmente en el uso de la tierra como medio de producción, cultivando maíz, fríjol,

papa, yuca, arracacha, ají y calabaza. El trabajo se realizaba de forma colectiva y se apoyaba

en sistemas de rotación de cultivos, especialmente en terrazas de zonas montañosas. Esta

actividad agrícola se complementaba con la pesca, realizada en quebradas y ríos mediante

trampas y redes; con la caza de animales pequeños como venados, aves y roedores; y con la

recolección de frutos silvestres.

Aunque estas comunidades conocían y utilizaban el oro, no existía una moneda

establecida, por lo que el intercambio de productos se realizaba a través del trueque. De esta

manera, los pueblos de tierra fría intercambiaban productos como papa y tubérculos con los

pueblos de tierra caliente, que aportaban maíz, frutas y hojas de coca. Es importante resaltar

que nunca se centraron en la acumulación de riqueza individual, ya que predominaba una

mentalidad colectiva. Una muestra de ello era la práctica de la minga, que consistía en jornadas

de trabajo comunitario para labores agrícolas o de beneficio común.

Además de la producción agrícola, estas comunidades se caracterizaban por una

notable actividad artesanal, elaborando cerámica, tejidos de algodón, objetos en piedra y

piezas de orfebrería en oro. Dichas artesanías no solo cumplían funciones prácticas, sino que

también tenían un profundo valor simbólico y espiritual dentro de sus cosmovisiones. La

economía, en este sentido, no podía separarse de sus creencias, ya que la relación con la

naturaleza era considerada sagrada y las prácticas productivas se realizaban con un sentido de

respeto hacia la tierra.

La organización social y política se estructuraba en cacicazgos, en los que el cacique

cumplía funciones de liderazgo político, religioso y militar. Este sistema garantizaba el orden

social y económico, reforzando la importancia de la comunidad sobre el individuo.

Sin embargo, con la llegada de los españoles en el siglo XVI, este sistema económico

se transformó de manera drástica. La conquista impuso tributos, instauró la encomienda y

explotó intensamente los recursos naturales, sobre todo el oro, que fue enviado a la Corona

española. Los indígenas fueron utilizados como mano de obra en haciendas y minas, lo que

significó una ruptura con la organización colectiva y solidaria que habían tenido anteriormente.

De esta manera, se inició un proceso de cambio profundo en la economía regional, marcando

un tránsito desde las formas comunitarias de producción hacia un sistema colonial

dependiente, basado en la explotación y en el control externo de los recursos.

Luego llegaría el modelo colonial en el año 1537, cuando fue fundada la ciudad de

Popayán por Sebastián de Belalcázar. En este periodo todo cambió en el sistema económico

debido a la llegada de los españoles, quienes impusieron un modelo muy distinto al de las

comunidades indígenas. Se pasó de la cooperación y el trabajo colectivo al sistema de

esclavización y explotación, lo que se consolidó entre 1550 y los siglos posteriores. La base de

este modelo fue la minería y el trabajo forzado de esclavos indígenas y africanos, principalmente en las minas de Barbacoas y en el Chocó, lo que convirtió a Popayán en una de

las ciudades más ricas del Virreinato de la Nueva Granada.

En 1758 se creó la Casa de la Moneda, institución que reforzó el modelo extractivo y

esclavista, pues allí se almacenaba y centralizaba el oro de la región. Sin embargo, con la

independencia y la abolición de la esclavitud en 1851, surgió un nuevo modelo económico

denominado agro-hacendario, basado en grandes haciendas dedicadas a cultivos como la

caña, el café, el tabaco y la ganadería. Por primera vez se introdujo la mano de obra

asalariada, aunque persistieron problemas sociales debido a la exclusión de comunidades

indígenas y afrodescendientes. Este sistema fue dominado por la élite payanesa durante gran

parte del siglo XIX, pero perdió competitividad frente a otras ciudades como Cali y Medellín,

que comenzaron a consolidarse como polos económicos más dinámicos.

Posteriormente apareció el modelo liberal-comercial y de servicios, comprendido entre

finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. Este se basó en un comercio interregional que,

aunque más débil que el de otras ciudades, permitió a Popayán vincularse al mercado nacional

mediante productos como el café y el ganado. Durante este periodo también se presentaron

avances en la educación, especialmente con la fundación de la Universidad del Cauca en 1827,

institución clave en la formación de élites políticas e intelectuales. No obstante, la inestabilidad

política, las guerras civiles del siglo XIX —como la Guerra de los Supremos (1839-1842), la

Guerra del Cauca (1860-1863), las guerras de 1851, 1854, 1859-1862, 1876, 1884-1885, 1895

y la Guerra de los Mil Días (1899-1902)—, así como desastres naturales como los terremotos,

debilitaron el proyecto de consolidar a Popayán como una región capitalista fuerte.

En la segunda mitad del siglo XX emergió un modelo de reconstrucción y economía

mixta, especialmente tras el devastador terremoto de 1983, que marcó un hito en la historia

económica de la ciudad. La catástrofe obligó a fuertes inversiones públicas para la restauración

del patrimonio y los servicios básicos. A partir de este momento, se fortaleció el sector terciario,


con un papel central del comercio, el transporte y la administración pública. La agricultura y la

pequeña industria siguieron siendo importantes, pero subordinadas a un modelo más

dependiente de las transferencias estatales y del sector educativo, ya que Popayán se

consolidó como ciudad universitaria. El consumo generado por la población estudiantil se

convirtió en un factor decisivo para mantener la economía local.

En la actualidad, se desarrolla un modelo denominado economía cultural y de servicios,

también conocido como economía naranja, que encuentra en el turismo y la cultura su mayor

fuente de sostenibilidad. Un hecho fundamental en este modelo es la Semana Santa, declarada

Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2009, la cual atrae a miles de

turistas cada año y dinamiza la economía local. A esto se suma la expansión del sector

educativo y universitario, que continúa generando población flotante y consumo, así como el

apoyo a actividades agrícolas, que, aunque no destacan a nivel nacional, siguen teniendo

relevancia regional. Este modelo busca además atender problemáticas sociales históricas

como la desigualdad, la pobreza y la violencia, muchas veces ligadas a la presencia de grupos

armados en el Cauca.

En conclusión, a lo largo de la historia de Popayán se observa una transición de

sistemas económicos: desde la agricultura y el trueque en tiempos precolombinos, pasando por

la explotación minera y esclavista en la época colonial, hasta llegar a los modelos agro-

hacendarios, comerciales, de servicios y, finalmente, al actual sistema de economía cultural.

Aunque la esclavitud desapareció legalmente, las desigualdades sociales hacia comunidades

afrodescendientes e indígenas se mantuvieron durante siglos y aún hoy son un reto. Pese a

estas dificultades, Popayán nunca dejó de ser una ciudad con fuerte arraigo en la agricultura y,

con el tiempo, supo integrar elementos de su pasado —como la minería, la cultura y la


producción agrícola— a nuevas formas de economía que continúan definiendo su identidad

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